domingo, 16 de octubre de 2011

Cambiando la imperfección

Texto: 1Co_13:8-13

1Co 13:8 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.
1Co 13:9 Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos;
1Co 13:10 mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.
1Co 13:11 Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.
1Co 13:12 Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.
1Co 13:13 Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.
En esta oportunidad quiero compartir sobre el valor del amor a pesar de nuestra imperfección. Como seres humanos nadie es sin duda perfecto en su forma de actuar por el hecho de estar ligados al pecado, aunque el Señor hizo al hombre perfecto al inicio. El Señor nos quiere perfeccionar y sin duda el corazón es de donde se origina nuestras acciones, por eso alguien puede actuar correctamente pero sin corazón perfecto.

En cuanto a la obra espiritual y al servicio, y no digamos al amor, la perfección la sentimos lejos cuando experimentamos el amor incondicional del Señor para nuestras vidas. Tener esa referencia divina nos ayuda a no confiarnos que hemos alcanzado algo, sino por el contrario que el Señor nos puede decir las cosas que no están perfectas y que debemos cambiar.

El servicio que damos está lejos de ser perfecto pues las habilidades, talentos, y aun los dones que son dados por el Señor son usados a discreción y están sujetos a la voluntad humana. Por esta razón los más dotados no necesariamente hacen lo perfecto delante de Dios y los que pueden tener menos, muchas veces los juzgamos, aunque estén sirviendo con todo su corazón y dándolo todo.
Las acciones de imperfectos se van perfeccionando con diligencia y la voluntad de acuerdo al amor, y aunque se cometan errores -y según el afectado por la imperfección puede ser imperdonable- cuando pasa el tiempo y se mira hacia atrás se puede evaluar positivamente, y aun ser aprobadas aquellas acciones que se tenían como cuestionables.

Lo perfecto debe desplazar lo imperfecto. El amor es lo más grande que hay puesto que no cambiará en nada, es decir que si alguien ama como lo dice en este capítulo no necesitará perfeccionarlo, sin embargo el servicio a Dios aun con los dones tendremos que cambiar a lo perfecto automáticamente (terminarán cuando se establezca su reino), porque nadie querrá seguir o mantenerse en lo anterior teniendo lo mejor, pues no serán necesario.

Este cambio resulta ser una dificultad para muchos que queremos mantenernos en lo mismo cuando el Señor nos está dando mejores formas de hacer las cosas, desperdiciando así la oportunidad de mejorar y de sentir que nunca se termina el camino, que Dios siempre tiene más pues Él es eterno.
Nuestro conocimiento y lo que profetizamos es imperfecto porque en primer lugar no tenemos capacidad para conocerlo todo, ni para ver todo lo que el Señor va a hacer. Esta realidad nos debe mantener humildes, pues lo un siervo sabe no lo sabemos nosotros, y la visión que el Señor nos da no es la misma, no que cambie lo que vemos sino por cuestión de límite y tamaño.
Conocemos y profetizamos de manera imperfecta, no que el Señor se equivoque, sino porque nosotros no tenemos la capacidad de entender ese conocimiento y muchas veces por no poder dar la palabra que recibimos de manera apropiada o porque no tenemos la disposición o entrega. La profecía será innecesaria, las lenguas serán silenciadas, y el conocimiento se extinguirá, desaparecerán, porque no serán necesarias cuando él lo llene todo, sin embargo el amor permanecerá, por esto el amor supera nuestras imperfecciones.

Por esta razón debe de existir un esfuerzo de perfeccionar el amor pues si permanece nada se perderá, pues muchos gastamos años de nuestra vida estudiando para tener una profesión pero cuando venga lo perfecto eso todo por excelente que sea no tendrá razón de ser, porque el médico dirá sé sanar, pero si no hay enfermos de qué servirá, por eso en el reino quedará el amor sobre las cosas que le damos importancia hoy. Si hay cosas que el Señor quiere hacer perfectas en nuestras vidas en este momento, también debemos estar dispuestos a dejar lo imperfecto aunque eso nos haya costado, porque lo que el Señor nos da siempre es mejor.

Dejando lo de niño. El apóstol habla de su forma de ser de niño, y que en su momento era bueno, apropiado, aceptable por los mayores, y divertido, sin embargo cuando llegó a ser adulto tenía que dejar atrás esas cosas.
Tres aspectos que tienen que ver con ese comportamiento de niño: al hablar, al pensar y al juzgar. En esos tres aspectos podemos pecar y si nos damos cuenta en los tres afectan a otros y a nosotros mismos que afectan el amor o la percepción de otros.
Cuando somos adultos debemos de pasar a otra etapa, dejando poco a poco las imperfecciones de niño, aunque no quiere decir que no nos sigamos equivocando. El niño habla lo que piensa sin hacer reparos, es decir que da a conocer su opinión a la ligera (gr. froneo), y un niño puede avergonzar a sus padres y no las palabras de disculpas como que no pueden borrar lo que se dijo, ¿cuánto más cuando las dice un adulto que vive como niño? Asimismo el niño juzga (gr. logizomai), que significa estimar o considerar o concluir, esto es claro el niño hace su valoración de las cosas aunque sea incompleta y llega a conclusiones también imperfectas y hasta equivocadas. Algunos quieren seguir siendo niño para que los traten como niños, hasta que se da cuenta que es mejor ser maduro.
Por esta razón cuando llegamos a ser adultos hay cosas que no debemos hablar, cosas que no ni siquiera debemos pensar (aunque nos digan que debemos ser muy analíticos), cosas que debemos valorar de manera diferente, pero esta es una decisión nuestra no del Señor. Somos nosotros quienes podemos gobernar nuestra mente para que esto no afecte el amor hacia los demás.

Vemos de manera indirecta y borrosa. El espejo de aquel tiempo era borroso, opaco, sin luz, pero también indirecta, es decir nadie que se ve en un espejo está creyendo que hay otro gemelo idéntico, sino que es una forma indirecta que es necesaria para que podamos ver. Estos aspectos afectan el amor hacia los demás porque se tienen muchas distorsiones que nos afectan, por ejemplo vemos borroso porque no vemos a las personas como el Señor nos ve, por eso nos cuesta amarlas; también el espejo no tiene luz propia y nos resistimos a poner la luz de la palabra para amar y queremos hacerlo con la luz de nuestros ojos que son engañosos, y todo esto es indirecto porque cuando veamos lo real no será por reflejo, es decir nada se perderá, todo será fiel, y esto traerá sorpresa que quizá no hemos amado como debimos haberlo hecho cuando veamos con claridad.
Llegará el tiempo que veremos cara a cara es que conoceremos a Dios cara a cara, pero no podemos olvidar que no llegaríamos a lo perfecto si no hemos pasado por lo imperfecto, y que por decisión propia aceptamos la oferta de perfeccionamiento de parte del Señor dejando atrás lo de niño y recibiendo con alegría la propuesta de nuestro Señor Jesucristo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Puedes opinar o profundizar en el tema