sábado, 15 de septiembre de 2012

Hará que se cumplan tus deseos



2Sa 23:1 Estas son las palabras postreras de David.Dijo David hijo de Isaí, Dijo aquel varón que fue levantado en alto, El ungido del Dios de Jacob,El dulce cantor de Israel:
2Sa 23:2 El Espíritu de Jehová ha hablado por mí,
Y su palabra ha estado en mi lengua.  
2Sa 23:3 El Dios de Israel ha dicho, Me habló la Roca de Israel:
Habrá un justo que gobierne entre los hombres, Que gobierne en el temor de Dios.  
2Sa 23:4 Será como la luz de la mañana, Como el resplandor del sol en una mañana sin nubes,
Como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra.  
2Sa 23:5 No es así mi casa para con Dios; Sin embargo, él ha hecho conmigo pacto perpetuo,
Ordenado en todas las cosas, y será guardado, Aunque todavía no haga él florecer
Toda mi salvación y mi deseo.  2Sa 23:6 Mas los impíos serán todos ellos como espinos arrancados, Los cuales nadie toma con la mano; 2Sa 23:7 Sino que el que quiere tocarlos
Se arma de hierro y de asta de lanza, Y son del todo quemados en su lugar.

Cuando pensamos os deseos que nos mueven pueden venir muchas cosas a nuestra mente dominadas por lo que necesitamos hoy, y no pensar en un deseo transferido o proyectado por el Señor a nuestras vidas. El problema es que nos conformamos con los deseos que tenemos aunque sean de corto plazo y no nos atrevemos a pedir que nos ayude a cambiarlos porque no vemos peligro en ellos.

Los deseos van cambiando en nuestra vida, de acuerdo a factores pero se ven marcados por la madurez que vamos alcanzando; los deseos de niño no son los del adolescente, ni tampoco los de un adulto joven, ni los de alguien como David que se dice eran sus últimas palabras, quizá no porque estuviera muriendo pero sí por ser las del final de su vida.

La madurez entonces se refiere a la espiritual, a la que viene no tanto por la edad, sino por la capacidad de soportar mayor peso de responsabilidad haciendo lo correcto en la vida. David habla como un estadista que puede hacer un repaso de su desempeño como rey y principalmente de lo que Dios había hecho en su vida, y a pesar que estaba terminando su carrera no estaba satisfecho en cuando a sus deseos, pues seguramente sabía que los que no se habían cumplido en su vida se terminarían de cumplir en el siglo venidero.

Entonces tiene mucho valor aprender de alguien que estuvo con el Señor, que no solo fue rey, sino que también fue pastor de ovejas, y que fue un hombre muy próspero materialmente, pero también fue una persona que vivió en humilde condición; no fue toda su vida un hombre renombrado y conocido sino que también fue un hombre desconocido, anónimo. Tuvo siempre deseos que fueron moldeados por Dios y que en cada etapa de su vida pudo vivir sin que le robaran ni tampoco los abandonó.

El forjamiento de sus deseos. Cómo fueran nuestros deseos si viviéramos el mismo camino de David. Esta es una pregunta que no debemos contestar a la ligera, porque a David se le fueron dando ciertos privilegios, pero también sufrió cantidad de dificultades duras. Quizá se piensa que en los cambios de vida o etapas que se pasan ameritan cambios en las cosas que se desean, y es correcto que los habrá pero que siempre sea el Señor quien los ordene, para que nuestra puntería no se vaya a quedar en cosas materiales únicamente.

Dice la porción que David fue levantado en alto, y cuáles serían sus deseos al estar en alto, nos damos cuenta que fue la mayor parte del tiempo ayudar, proteger, y llevar justicia, y no hubo un deseo de conquistar por poder como la mayoría de los reyes. También dice que fue ungido, en esto tenía claridad pues cuando revisamos de donde lo sacó el Señor para ungirlo la primera vez por medio de profeta y juez Samuel, nos damos cuenta que esa unción no cambió su imagen de sí mismo, ni comenzó a decirles a sus hermanos que ya no haría las obligaciones que tenía porque sería alguien especial (que se lo había dado Samuel), como muchos que hoy piensan que si son llamados es para estar sobre los demás y no como servidor de ellos.

Se dice también de David que era el dulce cantor de Israel; que desearíamos como un cantor que era compositor y músico, pero que además deleitaba cuando lo hacía, pues sabemos que tocaba con unción pues cuando ministraba el espíritu de Saúl se tranquilizaba. No deseaba ser como ningún famoso, solo quería agradar a Dios cantando lo que el Señor le inspiraba, nunca pensó en fama como el camino a seguir como medio para generar ingresos por sobre todo, que es una trampa actual donde sucumben ministros que se apartan de sus ministerios y se vuelven profesionales independientes (freelancer), y pueden perderse en poner condiciones para ministrar al Señor y por supuesto se cambian los deseos de Dios por esos de grandeza y notoriedad.

El deseo de David en su sucesor. Tenía una gran preocupación y era quien le sucediera, que pudiera cumplir ciertas características para que fuera bendecido por el Señor. Otros reyes no se preocuparon por esto, porque pensaban que por ser sus hijos los sucesores en la dinastía eran los mejores (por eso les tocaba), pero los deseos de David no estaban en quien seguiría la obra que está dejando y que es necesario continuar y mejorar, sino que quien lo haga pueda cumplir los deseos del Señor.

El Espíritu de Jehová ha hablado por mí y hoy también tengo su palabra en mi lengua, esto quería decirlo para que fuera puesta atención a lo que decía haciendo recordar que no solo tenía autoridad en su palabra sino que era el Señor quien se la daba. La Roca que es Cristo le habló y le dijo que preguntara si había un justo que gobernara con el temor de Dios. El deseo del Señor fue manifestado y esto es grande, pues si obedecemos tenemos asegurada la victoria. Este debe se nuestro deseo si esperamos gobernar no importando lo que sea, grande o pequeño pues es lo mismo.

Podemos pensar en gobernar y hacerlo como se le antojara, pero esto está muy lejos de la realidad David hacía conforme a la voluntad del Señor. Cuando se llega a administrar (que bien es sinónimo de gobernar), tenemos un gran desafío para tener éxito: ser justo y temeros de Dios (respetar a Dios en lo que hacemos), es decir con temor en todas nuestras acciones, como si él está enfrente y le pudiéramos preguntar si es correcto cuando tenemos duda.

David era ejemplo de esto, aunque se equivocara en decisiones, pero fue rectificado al permitir que Dios obrara. Se puede brillar como el sol en un día sin nubes, y se puede ser como lluvia que hace brillar la hierba. Esta es la visión del Señor para nosotros que al gobernar podamos hacer que la luz brille sin estorbos, llegue a todos y que la lluvia haga crecer la hierba, para que prospere el ganado, y haya leche y carne. Todo esto es prosperidad y en esa visión se alinean nuestros deseos.

Su pacto es lo primero para que se cumplan los deseos. Parece ser que cuando dice en el verso 5: no es así mi casa para con Dios, pudiera referirse a que esté hablando a su propia casa donde no hizo su mejor gobierno, pues tuvo algunas dificultades graves con sus hijos que fue tarde para resolverlas.

Podemos pensar que nuestros deseos son primero, que nuestras necesidades son primeras, y que por tanto todo lo demás queda en segundo plano, pero esto no es lo que mantiene, ni lo que nos hará salir adelante, es claro que es el Señor pero para que pueda actuar y que pueda bendecirnos con todo es necesario que se respete el pacto con él, este no expira pues es eterno, a perpetuidad. David pudo entender que no obraba solo sino que estaba regido por un pacto que tenía que respetar.

Decía: el pacto es ordenado; entonces no es como vayan saliendo las cosas, sino que está bien reglamentado para que lo podamos practicar en cada área de nuestra vida y esta incluye los mismos deseos que brotan de nuestra carne, los cuales tenemos que superarlos; este orden servirá para que no se quede como una buena intención nada más. David podía decir que no había gobernado como a él se le había antojado sino que guardó este pacto y todo lo siguió al pie de la letra como decía el reglamento.

Aunque todavía no haga él florecer toda mi salvación y mi deseo. El hecho de que no se cumplieran todos sus deseos y que no tuviera la victoria final, no quería decir que no seguiría el pacto. Esto es muy diferente a lo que nuestra mente nos puede decir: si las cosas no van bien y no se cumplen tus deseos, puedes incumplir algunas cláusulas y compensar de alguna manera lo que el Señor todavía no ha hecho, pero se nos olvida que ese pacto es no negociable, y que es solo para nuestro beneficio.

El que no florezca, el que no brote, significa que no se ve claro todavía, que no van las cosas por el camino que nosotros deseamos para que se arreglen las cosas, pero el rey David nos dice que en su casa siempre ha salido el sol y que siempre ha habido hierba (que es el inicio de otras cosas), pues después del agua, viene la hierba y entonces comen los animales y entonces hay leche, y queso, y mantequilla, y hasta sorbete, siempre estuvieron seguros.

Así como brotó la vara de Aarón y no la de los demás, esto ocurrió no porque la rama era la buena, la que tenía la mayor posibilidad de reverdecer, sino porque el Señor la hizo brotar, y dar flores y aun frutos. Los deseos los cumple el Señor según su voluntad.