martes, 29 de enero de 2013

Diligentes y firmes


Texto: 2Pe_1:3-11
2Pe 1:3  Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia,
2Pe 1:4  por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; 2Pe 1:5  vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento;
2Pe 1:6  al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad;
2Pe 1:7  a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.
2Pe 1:8  Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.
2Pe 1:9  Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.
2Pe 1:10  Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.
2Pe 1:11  Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

El carácter piadoso es muy importante en la vida cristiana, aunque hoy pareciera que no es necesario o fundamental pues cuando comenzamos en el camino, podemos sentir que somos animados a solo esperar en la iglesia a que el Señor haga todo en nosotros, y que el Señor no demanda de nosotros ningún esfuerzo. No se puede cuestionar que la obra de nuestro Señor ha hecho todo lo que necesitamos, sin embargo no se puede dejar fuera la necesidad de desarrollar carácter para alcanzar toda la bendición de Dios.

La mediocridad en la vida espiritual es similar a la mediocridad en la vida secular, pues se puede terminar la vida sin haber hecho nuestro mejor esfuerzo en la vida, entonces no es tanto cuanto se vive sino también el cómo se vive y esto tiene que ver con el carácter que tuvimos para enfrentar la vida.

Si miramos las recomendaciones del apóstol Pedro a la iglesia, insiste en la necesidad de recordar estas cosas aunque pareciera que son muy lógicas, claras y que no hay que explicar, sin embargo parece que lo mejor es que nos sean dichas de una y otra manera para que no nos olvidemos y que revisemos cómo hacerlo en la práctica. Desarrollar el carácter con diligencia y firmeza es posible y el apóstol nos muestra el camino.

Promesas y naturaleza divina. El verso 4 habla de cómo se alcanza la naturaleza divina y aunque pensamos que la tenemos, existe una parte que viene del carácter del Señor en nosotros, esto nos hace diferentes en naturaleza divina aunque externamente parece que no se tiene ninguna diferencia. Pero ¿cómo comienza el proceso para esa naturaleza? Todo comienza creyendo las promesas de Dios en nosotros para que nuestro crecimiento o soplo, o el hincharse (significado de naturaleza), no se detenga, para que ese crecimiento no sea del mundo o de nuestra propia autosuficiencia.

Las promesas de Dios no son pequeñas sino que son valiosísimas, es decir lo más valioso que existe, y de mucho costo, porque tiene dos lados para ver las promesas, por un lado cuando nos ofrecen o ponen a nuestro alcance lo vemos por su utilidad, uso o lujo, su funcionalidad, pero por el otro lado podemos verlo como costoso para poderlo que esté a nuestro alcance. Esto último es el caso de las promesas de Dios, pues tienen un alto costo, un alto riesgo, una gran determinación de parte del Señor, que no se puede despreciar, porque cuando alguien nos da algo que ha tenido costo o sacrificio me debe obligar a apreciarlo por lo que el otro ha hecho por mí, cuánto más si es de gran bendición y beneficio.

Las promesas también son grandísimas, o sea que su dimensión es superior a cualquier cosa que existiera antes. Así son las promesas de Dios que trascienden esta vida, así como las cosas espirituales llegan hasta la eternidad, también las promesas; si alcanzamos a ver esto podremos mirar la bendición eterna implícita en todas las promesas de Dios aunque parezcan pequeñas.

La diligencia hacia la naturaleza divina. La clave para capitalizar la naturaleza divina es la diligencia en hacer las cosas que nos permitirán huir de la corrupción o ruina que hay en  el mundo, ya que esta sucede porque la humanidad sin el Señor vive sin freno de su concupiscencia, esto es que el deseo de lo prohibido arruina cualquier vida; para muchas cosas no se tiene freno en lo humano, porque solo el Señor nos puede ayudar a huir de ella.

Es aquí donde viene la diligencia para no quedarnos solo pensando que todo está bien y que la corrupción o ruina no puede llegar a nosotros, cuando sabemos que no es así, pues vemos vidas sanas de repente llenarse de corrupción. No ser diligentes en sus vidas trae consecuencias, y podemos enfrascarnos en creer que la ruina llega porque otros no hacen su trabajo, así se puede responsabilizar a los padres, los líderes, o los ministros, pero sabemos que necesitamos una diligencia propia.

La fe o confianza en sus promesas es la base de donde comienza la diligencia pues no se puede dejar que la fe se vaya muriendo o debilitando, sino que se debe edificar sobre ella con virtud dice el apóstol Pedro, y esto no es más que valor u hombría. Si no hay valor no pasamos de decir "por fe" pero sin nada más, pero el Señor nos pide que nos decidamos en apartarnos de la corrupción y el nos ayudará, entonces el carácter y determinación condiciona nuestras acciones. Solo así podremos mirar el conocimiento de Jesús como necesario, útil y que nos permite llevarnos a otra dimensión de bendición.

Pero el conocimiento debe tener continencia o dominio propio porque la concupiscencia o deseo de lo prohibido puede estar ahí asechando, y no debemos darnos por vencidos, pues tarde o temprano será superado, no debemos desanimarnos si fallamos, por esto la paciencia o aguante son claves. Sobre la paciencia se puede edificar la piedad, es decir como este es un esquema del evangelio que nos vuelve devotos, esto es que se van haciendo estructuras que nos ayudan a mantenernos porque permiten hacer las cosas que le agradan a Dios una y otra vez, esto es como si nos volviésemos más disciplinados.

Pedro quiere llevar hasta lo último en el desarrollo y esto no es más que los frutos que vienen con el amor fraternal, y en el amor ágape, lo que nos habla que no podemos quedarnos sin la parte externa de beneficios al prójimo. El recorrido termina perfeccionando en nosotros la naturaleza divina, pero todo comienza con la fe al Señor, siguiendo con toda la diligencia en aspectos nuestros y terminamos con la diligencia con los demás.

Firmeza para no caer. ¿En qué consiste la firmeza? Precisamente mantenernos haciendo todas las cosas que el Señor nos manda anteriormente, para que se perfeccionemos la naturaleza divina en nosotros. Cuando nos dedicamos con esa diligencia y firmeza eso no nos dejará estar ociosos ni sin frutos, pues lo aprendido por el conocimiento de Dios se verá con claridad. Lo contrario sería como si alguien terminara una carrera, le den su título universitario, pero nunca tuvo la diligencia y firmeza de vender sus servicios porque no tiene suficiente confianza en lo que aprendió. Esto sería grave y no faltaría quien se lo reprochara, y esto sucede hoy día pues hay conocimiento, sabemos que lo que nos toca hacer, la diligencia, pero es fácil quedarse solo con el deseo. Por el contrario si demostramos la diligencia entonces seremos afirmados por el Señor.

Tenemos la capacidad, porque dice el apóstol Pedro que nosotros somos escogidos y llamados, el llamado es interno, es la parte que nos compromete y une, mientras que el ser escogido o seleccionado es la voluntad de Dios con todos nosotros. Esto nos debería volver consciente como para no defraudar al que cree en nosotros. El proceso nos dice entonces que debemos creer en esas promesas, y entonces ponemos diligencia para huir de la corrupción, esto parte del quehacer cristiano, y no caeremos dice el Señor. Si nos centramos en solo servir a los demás sin tener diligencia en huir de la corrupción corremos peligro y podemos quedarnos vacíos, por esto muchos quieren servir pensando que al hacerlo hemos alcanzado la cúspide y podríamos estar en peligro.

El cristiano no fallará, no caerá para el Señor, si estamos ocupados en esta firmeza y diligencia, porque sabe que si estamos en la tarea correcta, no nos dejará tirados pues estamos haciendo con diligencia el esfuerzo. Sin embargo aquellos que no hacen ningún esfuerzo ¿qué libertad tendremos para pedirle al Señor, si no sentimos que no estamos ocupados en el quehacer de consagración? Pero por el contrario cuando estamos en el quehacer de consagración el Señor no permitirá que caigamos jamás, pues si un médico no logra salvar a un paciente porque no tenía conocimiento para hacerlo, ¿cómo lo despedirían si estaba en la lucha? Cuánto más el Señor nos ayudará, pero tenemos que dar el primer paso.