domingo, 9 de octubre de 2011

Dejando la orilla

Texto: Lucas 5:1-10

Luc 5:1 Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios. 2 Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes. 3 Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.(A)

4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. 5 Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado;(B) mas en tu palabra echaré la red. 6 Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces,(C) y su red se rompía. 7Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.

8 Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. 9 Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él, 10 y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres. 11 Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron.


Cuando existen malos resultados en nuestras actividades o esfuerzos realizados, humanamente se pone a prueba la perseverancia y nuestra fe para no desmayar en la acción. El problema está que algunas veces ese esfuerzo lo sentimos como propio o privado, donde por inercia pensamos que es nuestra propia responsabilidad y corre el peligro caer en la autosuficiencia.

La experiencia en hacer las cosas repetidamente nos hace evaluar los resultados como lo infalibles, es decir que si no se alcanza la meta era porque no se podía, es decir si yo el experto estaba allí y no se alcanzó no se puede; sin duda la autosuficiencia mata la fe y la obra del Señor en nuestras vidas.

En este pasaje precioso el Señor nos enseña entre otras cosas la experiencia que vivieron Pedro y los otros discípulos, que les tocó escuchar la palabra del Señor sin haber pescado nada, cuando habían bajado de las barcas para lavar las redes (vacías), el Señor les pide prestada su barca (su medio de trabajo). Esta es la misma situación que mucho pueblo de Dios enfrenta cuando el Señor nos habla con la barca vacía, es decir, superando la barrera de nuestra mente que muchas veces se vuelve incrédula, y se divaga en lo que no hemos alcanzado producto de nuestro esfuerzo.

El esfuerzo humano necesario. Podríamos estar tentados a decir que la labor de Pedro obtuvo un resultado en blanco por no tener fe y que lo hizo con pura autosuficiencia, pero la verdad es que debemos pasar muchas veces esa experiencia para que el Señor cambie en nosotros a la categoría de todopoderoso en nuestras vidas y no solo esté como un dogma.

Al menos como ventaja podríamos decir que Pedro estaba tranquilo hablando humanamente, porque los malos resultados no podían ser atribuidos a su falta de interés o de esfuerzo pues lo había hecho todo, completamente, pues pescó toda la noche y al final después del cansancio y de no haber dormido, lavó las redes como algo obligatorio. Es importante pues se pueden esperar resultados donde no hemos hecho lo que nos correspondía, sin agotar lo que teníamos sino que se hizo a medias.

Aquí se puede percibir la actitud al terminar o cerrar una actividad como la pesca de toda la noche, pues cuando terminamos con buenos resultados podríamos decir que lo hacemos alegremente aunque estemos cansados, pero cuando terminamos sin nada en nuestras manos, como muchas veces suele suceder, lo hacemos de mala gana, y la pregunta para nosotros es: ¿cómo terminamos el día, cerramos la actividad y damos vuelta a la página tranquilamente?

Cada uno de nosotros puede evaluar cómo terminamos el mal día, como llegamos a casa cuando no se tiene nada, teniendo en cuenta que esta actividad en su significado, “pescar” significa en griego red llena de pescado, y si obtenemos todo lo contrario llegamos frustrados o con ganas de un nuevo día.

Si queremos pescar es necesario separarse de la orilla. Cuando la experiencia del día anterior quizá había sido asimilada por Pedro, no se esperaba algo tan inusual y era que el Señor le dijera que navegara nuevamente al lugar de pesca. Si podemos ver que primero le pidió a Pedro que alejara la barca de tierra, -esta es la condición para poder predicar y enseñar la palabra- porque cuando estaba en tierra lo apretujaba la gente, y no podía enseñarles así.

Pedro tenía que aprender que para enseñar se debe de estar separado de aquellos que ponen presión sobre nosotros, por el contrario debemos tener la distancia suficiente para ser oído pero también para no ser apretujado. Cuando quiso el Señor enseñarles a pescar, le pide a Pedro que navegue a lo profundo. En la primera separación la gente se quedó en lo seco y él sobre la barca, siendo el agua la que se volvió en barrera; pero cuando quería pescar lo hizo en mar adentro, es decir separado totalmente de la orilla, donde ya no se tiene influencia, es ahí cuando el Señor nos enseña.

Si el Señor hubiera querido llamar a los peces a la orilla los peces habrían obedecido y aun se podían salir del agua, pero la lección era que tenían que separarse totalmente; los cristianos en la orilla, pero los discípulos a lo profundo, y si fuéramos más allá cuando eran apóstoles en el evangelio de Jua_21:5-6, tenían que sentir la obligación de darle de comer al Señor, porque les pregunta fue ¿tienen algo de comer? y ellos dicen no, y aquí el Señor les ayuda a retomar su oficio de proveer palabra y doctrina que no es fácil de digerir. Lo delicado de la doctrina es porque debe comerse con cuidado pues tiene espinas, pero nadie niega que es lo de mayor sabor, mientras que el que no quiere dejar la orilla solo comerá pepescas o pececillos de poco tamaño y valor.

Nadie puede pescar sin separarse de la orilla, no es el pescador pasivo que se sienta a esperar en el muelle, sino uno que sale a lo profundo, pues el mejor pescado se encontrará allí y la mejor aventura que nos puede transformar está ahí.

¿Cómo ir a la profundidad? Aquí el primer paso es la obediencia para aceptar la orden de navegar a las profundidades. Mucho cristiano es temeroso de las profundidades y no quiere dejar la orilla donde no se mojará, y otro no quieren pasar del agua a la rodilla, lo suficiente para empujar la barca, entonces solo será un oidor de la palabra, pero si está dispuesto a subirse a la barca será un discípulo que está cerca al Señor, pero el que va a lo profundo tiene una aventura con el Señor y su vida cambia. El que se queda en la orilla cree que es seguro quedarse en la orilla y que es peligroso ir a las aguas profundas, por eso quieren mantener una distancia del Señor, pero la verdad están en peligro porque el Señor se va y solo estuvo con ellos solo un momento cuando enseñó, mientras Pedro y los otros discípulos estuvieron seguros con el Señor todo el tiempo en las aguas profundas.

La obediencia se alcanza por la palabra del Señor, si él dice que vayamos adentro, aunque no sepamos nadar, debemos creer que podremos pescar. Cuando se echan las redes no importa si lo hacemos con estilo o simplemente sin mayor adorno la tiramos.

En tu palabra echaré la red, está diciendo si tú lo mandas lo haré aunque había sido advertido que habían trabajado duro toda la noche, esto no quería decir que no hubieran peces en lo más profundo, sino que los peces no habían entrado a la red.

Cuando la pesca se realizó y estaba a punto de romperse las redes, hicieron señas a sus compañeros para ser ayudados, así debería ser cuando necesitamos ayuda para levantar la pesca, con una seña nos deberíamos dar por entendidos, lo que podemos decir es que nos que te pueden ayudar son los que andan en lo profundo y no los de la orilla.

Pedro fue vencido y en todo y llegó a la conclusión que su pecado era obstáculo para pescar, el temor se apoderó tanto que hubo confesión pero también liberación de su alma y perdón, lo que demuestra que en la profundidad somos santificados. El Señor le dice que le dará la misma habilidad de pescar peces como para pescar hombres, esto es maravilloso para nosotros pues nos debería dar esperanza para ser útiles, pues el Señor no pide que solo los santificados fueran a pescar con él.