Jer
38:14
Después envió el rey Sedequías, e hizo traer al profeta Jeremías a su presencia, en
la tercera entrada de la casa de Jehová. Y dijo el rey a Jeremías: Te haré una pregunta; no me
encubras ninguna cosa. 15 Y Jeremías dijo a Sedequías: Si te lo declarare, ¿no es
verdad que me matarás? y si te diere consejo, no me escucharás.
Jer
38:16 Y
juró el rey Sedequías en secreto a Jeremías, diciendo: Vive Jehová que nos hizo
esta alma, que no te
mataré, ni te entregaré en mano de estos varones que buscan tu vida.
17
Entonces dijo Jeremías a Sedequías: Así ha dicho Jehová Dios de los
ejércitos, Dios de Israel: Si
te entregas en seguida a los príncipes del rey de Babilonia, tu alma vivirá, y
esta ciudad no será puesta a fuego, y vivirás tú y tu casa.
18 Pero si no te entregas a los
príncipes del rey de Babilonia, esta ciudad será entregada en mano de los
caldeos, y la pondrán a fuego, y tú no escaparás de sus manos.
19 Y
dijo el rey Sedequías a Jeremías: Tengo temor de los judíos que se han pasado a los caldeos, no
sea que me entreguen en sus manos y me escarnezcan.
20 Y
dijo Jeremías: No te
entregarán. Oye ahora
la voz de Jehová que yo te hablo, y te irá bien y vivirás. 21 Pero si no quieres entregarte,
esta es la palabra que me ha mostrado Jehová: 22 He aquí que todas las mujeres que han quedado
en casa del rey de Judá serán sacadas a los príncipes del rey de Babilonia; y
ellas mismas dirán: Te han engañado, y han prevalecido contra ti tus amigos;
hundieron en el cieno tus pies, se volvieron atrás. 23 Sacarán, pues, todas tus mujeres y tus hijos
a los caldeos, y tú no escaparás de sus manos, sino que por mano del rey de
Babilonia serás apresado, y a esta ciudad quemará a fuego.
24 Y dijo Sedequías a Jeremías:
Nadie sepa estas palabras, y no morirás. 25 Y si los príncipes oyeren que yo he hablado
contigo, y vinieren a ti y te dijeren: Decláranos ahora qué hablaste con el
rey, no nos lo encubras, y no te mataremos; asimismo qué te dijo el rey; 26 les dirás:
Supliqué al rey que no me hiciese volver a casa de Jonatán para que no me
muriese allí. 27 Y vinieron luego todos los príncipes a
Jeremías, y le preguntaron; y él les respondió conforme a todo lo que el rey le había mandado.
Con esto se alejaron de él, porque el asunto no se había oído.
28 Y
quedó Jeremías en el patio
de la cárcel hasta el día que fue tomada Jerusalén; y allí estaba cuando
Jerusalén fue tomada.
Existen momentos que necesitamos
conocer la voluntad de Dios, en urgencia podríamos tomar decisiones con nuestros
propios criterios y equivocarnos, pues quizá en esa situación no hay margen de
error válido, por lo que debemos saber que a quien acudir. El hombre moderno
pareciera que se refuerza la autosuficiencia, al punto de no tolerar escuchar
un consejo no digamos seguirlo.
Existen
muchas barreras para aceptar el consejo de Dios, aunque leemos en las
escrituras que él es consejero admirable. A veces se espera que la instrucción venga
directamente de él sin intermediarios, muchas veces nuestra necesidad sobrepasa
el consejo de la palabra escrita y necesitamos una palabra directa, así como un
traje a la medida confeccionado por un sastre o diseñador, que puede seguir a
la perfección mis defectos en el cuerpo, se ajusta a mi necesidad, así es el
consejo de Dios a través del ministro, o del profeta.
Conocer la
voluntad de Dios a través del consejo tiene una ventaja pues se trata de la
aplicación de una verdad a mi vida, y por ende es una canalización de la
bendición y de su gracia; esto se recibe como un regalo de Dios en una
aplicación práctica que nos permitirá salir de esa necesidad y avanzar en la
fe.
El rey
Sedequías tenía un dilema, una necesidad, una aflicción pues estaba en riesgo
su propia vida, esto era quedarse y hacer frente (según el consejo de sus
cercanos), o rendirse a los caldeos, sin embargo tenía que vencer algunas
barreras para alcanzar la bendición de Dios, y la manera que podía hacerlo era
buscando a Jeremías a quien antes había permitido que sus príncipes le metieran
en la cisterna, aunque después también permitió que le sacaran de allí.
Un necesitado especial que hizo traer al
consejero. El rey tenía necesidad del consejo, y algunos
elementos que se pueden distinguir en lo que hizo se pueden discutir desde el
punto de vista del necesitado y del que brinda la ayuda.
La barrera de sentirse superior. Este es
una barrera muy difícil de superar puesto que era el rey, y Jeremías estaba
preso en el patio de la cárcel, y pudo haber dicho: qué tengo que aprender o
escuchar a un preso, si yo tengo poder, tengo educación, dinero, entonces
porque lo voy a buscar, pues no se vería bien si nosotros fuéramos a pedir
consejo de un preso a una cárcel, pues se pensaría que algún nexo malo existe.
En nuestro medio algún cristiano puede menospreciar al siervo por no tener la
preparación que desearía que tuviera, o por no tener recursos, pero Dios no da
sus competencias bajo esos requisitos humanos.
La barrera del qué dirán. El rey
mandó a traer a Jeremías en la tercera entrada de la casa de Jehová, y esta era
la puerta hacia el norte que daba al palacio. Esto habla del fácil acceso o
poco esfuerzo para conseguir consejo, algo que hoy día muchos queremos: tener
consejo sin ningún esfuerzo, como si Jeremías era el necesitado y no el rey
Sedequías, así también hoy se puede querer ayudar a quien está en un grave
problema facilitándole las condiciones. El rey no quería ser visto con Jeremías
porque la palabra de Jeremías era muy evidente: que se tenían que rendir a los
caldeos. El rey sentía compromiso con sus príncipes y esto lo hundiría, así hoy
podemos tener muchas influencias para no aceptar el consejo de Dios a través
del ministro y sentimos vergüenza que nos vean aceptando el consejo.
El consejo y la respuesta de Dios: un
dilema. Existía una inquietud, una pregunta que el rey quería
conocer su respuesta y le advierte que no le encubra nada. Esto parece
valiente, pero esto tiene algunas cosas detrás que debemos ver con mayor
detenimiento:
Quería saber primero las consecuencias. El
querer conocer la voluntad de Dios a través de la profecía era para saber si
había cambiado la palabra y medir las consecuencias, conocer hasta dónde podía
llegar, si continuaba haciendo frente sin rendirse, saber si el riesgo era
tolerable. Algunos de nosotros quisiéramos oír lo que nos conviene y que nos
dijeran que no habrán consecuencias o que se puede arreglar con el tiempo la
situación. Si alguien va por malos caminos y le dicen que nunca le pasará nada,
entonces tampoco hará nada por arreglar las cosas. Otros quieren saber las
consecuencias pero solo para cuidarse de ella y no cometer ciertos errores y
tratar de evadirlas. Pero poco se piensa que la corrección en mi vida cambia mi
destino, es decir nada está dado en nuestras vidas, todo puede cambiarse si
queremos nosotros.
Dar malas noticias puede traer
consecuencias para el consejero. Jeremías sabía la costumbre para
el que da malas noticias, cuando no le dicen lo que quiere oír, se enoja con el
que da la noticia y corre peligro de que recaiga sobre él ese enojo. La culpa
no es del consejero o del mensajero, pero se enojan con él. Si alguien está
diciendo las consecuencias muchas veces se cree que es el deseo del consejero,
pero no es así, es todo lo contrario, Jeremías se hubiera alegrado si el rey
hubiera tomado el consejo, tanto por él como por el pueblo a quien gobernaba.
El dilema
es que si se dice lo que va a ocurrir, le traería consecuencias a la vida de
Jeremías y el rey quedaría en una condición más difícil, hoy día cuando se
carga contra el consejero se termina invalidando su obra, es lo mismo porque
mata la iniciativa de otros que de corazón buscan un consejo.
La otra
parte del dilema es aceptar el consejo como una alternativa para que en lugar
de querer conocer la voluntad de Dios sobre algún asunto nos enfoquemos en la
solución, en un plan de acción que debemos seguir para salir de la dificultad.
El consejo no me agrada, qué hago. El
profeta Jeremías decía que si no le gustaba el futuro o la voluntad de Dios le
podía matar, y si le daba el consejo no haría caso de él, y con esto logró al
menos que no le matara. Hoy día la muerte no es física pero a quien no le gusta
termina desprestigiando o desautorizando al mensajero de la voluntad de Dios,
limitando su obra a favor del pueblo.
El rey
entonces le promete que no le pasará nada, y Jeremías le comienza dando el
consejo de parte de Dios. Esto debería ser suficiente para nosotros pero
siempre queremos saber lo que va a pasar, y el que da el consejo puede pensar
que para reforzar, para que sigan el consejo, tengo que hacer mucho énfasis en las
consecuencias para que el temor me sirva de palanca. El consejo tiene vida,
salva, es una salida a nuestras angustias y solo deberíamos de seguirlo.
Algunos
conflictos sin ser graves pueden llegar a serlo, y lo único que necesitamos es
orientar nuestra vida con decisiones que no son tan difíciles y que pueden
traer grandes beneficios. Recuerdo que un día me había quedado en un fango con
un vehículo grande, que a pesar de su 4x4 no era capaz de salir por sí mismo;
luego pasó un amigo con un vehículo pequeño y me dijo espérame y te saco, y
buscando entre sus cosas sacó una soga que amarró a la parte delantera de mi
vehículo y me dijo: dale para adelante. Inmediatamente pensé que no lo había
amarrado a su vehículo sino que lo tenía en su mano, pero me insistió y cuando
intenté salir, el vehículo patinaba y él con la soga en su mano tiró para un
lado halando la punta hacia él. El vehículo comenzó a tocar la parte dura y más
seca del camino y logré salir. Así es nuestra vida muchas veces solo se
necesita un consejo que es como un lazo con el que el Señor nos tira para que
comencemos a salir.
Las consecuencias de no seguir el consejo. El final
de este capítulo es triste porque el profeta queda en el patio de la cárcel
hasta que sucedió la palabra que le había sido dada al rey, quien pudo haber cambiado
su destino (el consejo siempre llega a tiempo), y también para todos los que
estaban bajo su cobertura, pero a veces honramos más a quienes que no les
debemos nada y no al Señor, por temor al qué dirán, por presión, por no ceder y
perder el poder o recursos, u otras causas.
Al final
Jeremías pudo ver el cumplimiento de esta palabra con sus propios ojos, no como
uno que miraba con alegría por el fracaso del rey, sino con lágrimas por el
amor a los suyos, al pueblo. El consejero no gana nada, ni pierde nada, somos
los que necesitamos el consejo, porque si el Señor lo da es porque estamos a
tiempo, no nos detengamos por nada a recibirlo.