miércoles, 25 de julio de 2012

El Consejo despreciado


Jer 38:14  Después envió el rey Sedequías, e hizo traer al profeta Jeremías a su presencia, en la tercera entrada de la casa de Jehová. Y dijo el rey a Jeremías: Te haré una pregunta; no me encubras ninguna cosa. 15  Y Jeremías dijo a Sedequías: Si te lo declarare, ¿no es verdad que me matarás? y si te diere consejo, no me escucharás.
Jer 38:16  Y juró el rey Sedequías en secreto a Jeremías, diciendo: Vive Jehová que nos hizo esta alma, que no te mataré, ni te entregaré en mano de estos varones que buscan tu vida.
17  Entonces dijo Jeremías a Sedequías: Así ha dicho Jehová Dios de los ejércitos, Dios de Israel: Si te entregas en seguida a los príncipes del rey de Babilonia, tu alma vivirá, y esta ciudad no será puesta a fuego, y vivirás tú y tu casa.
18  Pero si no te entregas a los príncipes del rey de Babilonia, esta ciudad será entregada en mano de los caldeos, y la pondrán a fuego, y tú no escaparás de sus manos.
19  Y dijo el rey Sedequías a Jeremías: Tengo temor de los judíos que se han pasado a los caldeos, no sea que me entreguen en sus manos y me escarnezcan.
20  Y dijo Jeremías: No te entregarán. Oye ahora la voz de Jehová que yo te hablo, y te irá bien y vivirás. 21  Pero si no quieres entregarte, esta es la palabra que me ha mostrado Jehová: 22  He aquí que todas las mujeres que han quedado en casa del rey de Judá serán sacadas a los príncipes del rey de Babilonia; y ellas mismas dirán: Te han engañado, y han prevalecido contra ti tus amigos; hundieron en el cieno tus pies, se volvieron atrás. 23  Sacarán, pues, todas tus mujeres y tus hijos a los caldeos, y tú no escaparás de sus manos, sino que por mano del rey de Babilonia serás apresado, y a esta ciudad quemará a fuego.
24  Y dijo Sedequías a Jeremías: Nadie sepa estas palabras, y no morirás. 25  Y si los príncipes oyeren que yo he hablado contigo, y vinieren a ti y te dijeren: Decláranos ahora qué hablaste con el rey, no nos lo encubras, y no te mataremos; asimismo qué te dijo el rey; 26  les dirás: Supliqué al rey que no me hiciese volver a casa de Jonatán para que no me muriese allí. 27  Y vinieron luego todos los príncipes a Jeremías, y le preguntaron; y él les respondió conforme a todo lo que el rey le había mandado. Con esto se alejaron de él, porque el asunto no se había oído.
28  Y quedó Jeremías en el patio de la cárcel hasta el día que fue tomada Jerusalén; y allí estaba cuando Jerusalén fue tomada.

Existen momentos que necesitamos conocer la voluntad de Dios, en urgencia podríamos tomar decisiones con nuestros propios criterios y equivocarnos, pues quizá en esa situación no hay margen de error válido, por lo que debemos saber que a quien acudir. El hombre moderno pareciera que se refuerza la autosuficiencia, al punto de no tolerar escuchar un consejo no digamos seguirlo.

Existen muchas barreras para aceptar el consejo de Dios, aunque leemos en las escrituras que él es consejero admirable. A veces se espera que la instrucción venga directamente de él sin intermediarios, muchas veces nuestra necesidad sobrepasa el consejo de la palabra escrita y necesitamos una palabra directa, así como un traje a la medida confeccionado por un sastre o diseñador, que puede seguir a la perfección mis defectos en el cuerpo, se ajusta a mi necesidad, así es el consejo de Dios a través del ministro, o del profeta.

Conocer la voluntad de Dios a través del consejo tiene una ventaja pues se trata de la aplicación de una verdad a mi vida, y por ende es una canalización de la bendición y de su gracia; esto se recibe como un regalo de Dios en una aplicación práctica que nos permitirá salir de esa necesidad y avanzar en la fe.

El rey Sedequías tenía un dilema, una necesidad, una aflicción pues estaba en riesgo su propia vida, esto era quedarse y hacer frente (según el consejo de sus cercanos), o rendirse a los caldeos, sin embargo tenía que vencer algunas barreras para alcanzar la bendición de Dios, y la manera que podía hacerlo era buscando a Jeremías a quien antes había permitido que sus príncipes le metieran en la cisterna, aunque después también permitió que le sacaran de allí.

Un necesitado especial que hizo traer al consejero. El rey tenía necesidad del consejo, y algunos elementos que se pueden distinguir en lo que hizo se pueden discutir desde el punto de vista del necesitado y del que brinda la ayuda.

La barrera de sentirse superior. Este es una barrera muy difícil de superar puesto que era el rey, y Jeremías estaba preso en el patio de la cárcel, y pudo haber dicho: qué tengo que aprender o escuchar a un preso, si yo tengo poder, tengo educación, dinero, entonces porque lo voy a buscar, pues no se vería bien si nosotros fuéramos a pedir consejo de un preso a una cárcel, pues se pensaría que algún nexo malo existe. En nuestro medio algún cristiano puede menospreciar al siervo por no tener la preparación que desearía que tuviera, o por no tener recursos, pero Dios no da sus competencias bajo esos requisitos humanos.

La barrera del qué dirán. El rey mandó a traer a Jeremías en la tercera entrada de la casa de Jehová, y esta era la puerta hacia el norte que daba al palacio. Esto habla del fácil acceso o poco esfuerzo para conseguir consejo, algo que hoy día muchos queremos: tener consejo sin ningún esfuerzo, como si Jeremías era el necesitado y no el rey Sedequías, así también hoy se puede querer ayudar a quien está en un grave problema facilitándole las condiciones. El rey no quería ser visto con Jeremías porque la palabra de Jeremías era muy evidente: que se tenían que rendir a los caldeos. El rey sentía compromiso con sus príncipes y esto lo hundiría, así hoy podemos tener muchas influencias para no aceptar el consejo de Dios a través del ministro y sentimos vergüenza que nos vean aceptando el consejo.

El consejo y la respuesta de Dios: un dilema. Existía una inquietud, una pregunta que el rey quería conocer su respuesta y le advierte que no le encubra nada. Esto parece valiente, pero esto tiene algunas cosas detrás que debemos ver con mayor detenimiento:

Quería saber primero las consecuencias. El querer conocer la voluntad de Dios a través de la profecía era para saber si había cambiado la palabra y medir las consecuencias, conocer hasta dónde podía llegar, si continuaba haciendo frente sin rendirse, saber si el riesgo era tolerable. Algunos de nosotros quisiéramos oír lo que nos conviene y que nos dijeran que no habrán consecuencias o que se puede arreglar con el tiempo la situación. Si alguien va por malos caminos y le dicen que nunca le pasará nada, entonces tampoco hará nada por arreglar las cosas. Otros quieren saber las consecuencias pero solo para cuidarse de ella y no cometer ciertos errores y tratar de evadirlas. Pero poco se piensa que la corrección en mi vida cambia mi destino, es decir nada está dado en nuestras vidas, todo puede cambiarse si queremos nosotros.

Dar malas noticias puede traer consecuencias para el consejero. Jeremías sabía la costumbre para el que da malas noticias, cuando no le dicen lo que quiere oír, se enoja con el que da la noticia y corre peligro de que recaiga sobre él ese enojo. La culpa no es del consejero o del mensajero, pero se enojan con él. Si alguien está diciendo las consecuencias muchas veces se cree que es el deseo del consejero, pero no es así, es todo lo contrario, Jeremías se hubiera alegrado si el rey hubiera tomado el consejo, tanto por él como por el pueblo a quien gobernaba.

El dilema es que si se dice lo que va a ocurrir, le traería consecuencias a la vida de Jeremías y el rey quedaría en una condición más difícil, hoy día cuando se carga contra el consejero se termina invalidando su obra, es lo mismo porque mata la iniciativa de otros que de corazón buscan un consejo.
La otra parte del dilema es aceptar el consejo como una alternativa para que en lugar de querer conocer la voluntad de Dios sobre algún asunto nos enfoquemos en la solución, en un plan de acción que debemos seguir para salir de la dificultad.

El consejo no me agrada, qué hago. El profeta Jeremías decía que si no le gustaba el futuro o la voluntad de Dios le podía matar, y si le daba el consejo no haría caso de él, y con esto logró al menos que no le matara. Hoy día la muerte no es física pero a quien no le gusta termina desprestigiando o desautorizando al mensajero de la voluntad de Dios, limitando su obra a favor del pueblo.

El rey entonces le promete que no le pasará nada, y Jeremías le comienza dando el consejo de parte de Dios. Esto debería ser suficiente para nosotros pero siempre queremos saber lo que va a pasar, y el que da el consejo puede pensar que para reforzar, para que sigan el consejo, tengo que hacer mucho énfasis en las consecuencias para que el temor me sirva de palanca. El consejo tiene vida, salva, es una salida a nuestras angustias y solo deberíamos de seguirlo.

Algunos conflictos sin ser graves pueden llegar a serlo, y lo único que necesitamos es orientar nuestra vida con decisiones que no son tan difíciles y que pueden traer grandes beneficios. Recuerdo que un día me había quedado en un fango con un vehículo grande, que a pesar de su 4x4 no era capaz de salir por sí mismo; luego pasó un amigo con un vehículo pequeño y me dijo espérame y te saco, y buscando entre sus cosas sacó una soga que amarró a la parte delantera de mi vehículo y me dijo: dale para adelante. Inmediatamente pensé que no lo había amarrado a su vehículo sino que lo tenía en su mano, pero me insistió y cuando intenté salir, el vehículo patinaba y él con la soga en su mano tiró para un lado halando la punta hacia él. El vehículo comenzó a tocar la parte dura y más seca del camino y logré salir. Así es nuestra vida muchas veces solo se necesita un consejo que es como un lazo con el que el Señor nos tira para que comencemos a salir.

Las consecuencias de no seguir el consejo. El final de este capítulo es triste porque el profeta queda en el patio de la cárcel hasta que sucedió la palabra que le había sido dada al rey, quien pudo haber cambiado su destino (el consejo siempre llega a tiempo), y también para todos los que estaban bajo su cobertura, pero a veces honramos más a quienes que no les debemos nada y no al Señor, por temor al qué dirán, por presión, por no ceder y perder el poder o recursos, u otras causas.

Al final Jeremías pudo ver el cumplimiento de esta palabra con sus propios ojos, no como uno que miraba con alegría por el fracaso del rey, sino con lágrimas por el amor a los suyos, al pueblo. El consejero no gana nada, ni pierde nada, somos los que necesitamos el consejo, porque si el Señor lo da es porque estamos a tiempo, no nos detengamos por nada a recibirlo.