domingo, 15 de enero de 2012

Santuarios del Espíritu Santo

1Co 6:12 Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna.
1Co 6:13 Las viandas para el vientre, y el vientre para las viandas; pero tanto al uno como a las otras destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo.
1Co 6:14 Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder.
1Co 6:15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? De ningún modo.
1Co 6:16 ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne. 1Co 6:17 Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él.
1Co 6:18 Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca.
1Co 6:19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
1Co 6:20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.

Como cristianos que recibimos el Espíritu Santo cuando creemos en Jesús como Señor, necesitamos darle las condiciones y comodidades para que viva con la libertad que él desea para poder bendecirnos. Debería ser nuestra preocupación mejorar siempre esas condiciones con el tiempo, porque es parecido a cuando alguien llega a vivir a nuestras casas, nos preocupamos por darle las condiciones mínimas para que se sienta bien.
Si estuviéramos conscientes de quien ha llegado a vivir con nosotros, que es Dios mismo, estaríamos preocupados por su morada. A veces sucede lo mismo cuando nos mal acostumbramos y levantamos una relación con el Señor, y es algo parecido cuando se trata de una persona que llega como huésped y que en los primeros días son de muchos cuidados pero cuando el tiempo pasa se van desvaneciendo las atenciones y hasta puede volverse carga.
Lo más importante es tener la conciencia de su morada en nosotros y ayudar y permitir la vida y morada del Espíritu Santo, para gozar todos los beneficios del poder de Dios dentro de nosotros. ¿Qué pasaría si alguien hace cosas importantes y vive en nuestra casa?, lo diríamos a todas las personas que mora con nosotros esa persona importante y nos costaría no decir detalles de lo que hace en lo íntimo.

Cuidar nuestro templo implica tener límites. Las personas tenemos límites en las cosas que hacemos o no, de hecho quien se arriesga con límites más amplios de actuación, obtienes resultados que le pueden afectar en su vida, aunque se esté supuestamente respetando esos límites.

El apóstol Pablo deja claro acerca de esta diferencia pues sus límites son más estrechos de los permitidos, porque no le basta tener límites lejanos por los riesgos, al contrario escoge dentro de este límite permitido, otro límite más estrecho: solo las cosas que le eran de provecho o que le convenían. Esta regla parece estar diseñada para aquel que tiene mayor discernimiento porque quiere tener un mejor santuario para Dios.
Dentro de las cosas permitidas puede haber cosas que dominen nuestra voluntad (límite amplio), nos hagan perder las buenas condiciones del santuario. Esta elección incide en el bienestar de nuestra vida teniendo un buen ambiente para el Espíritu Santo, límites permisivos producen un mal ambiente para que more ayudándonos. El resultado de un mal ambiente es un Espíritu Santo entristecido que no puede obrar en nuestras vidas. Nos recuerda el apóstol Pablo que el Espíritu es poder de Dios que levantó al Señor de los muertos y que lo hará también por nosotros, es decir que tener el límite más estrecho tendrá bendición hasta el final.
La diferencia entre el vientre y el cuerpo. Diferenciar apropiadamente estos dos aspectos nos ayuda a realizar los esfuerzos donde corresponde. Actualmente existe una discriminación por el cuerpo entre algunos cristianos, y pareciera que se trata de llevarle la contraria a lo que el mundo adora: la belleza externa, corriendo el peligro de desligarlo de la unidad del ser.
El apóstol nos ayuda a separar y hacer diferencia de lo que es el vientre, el cual exige, demanda y hasta obliga –si no tenemos los límites apropiados– el vientre exige todo lo que alimenta sus deseos, lo sensual, lo carnal, es decir toda vianda. Sin embargo aquí se hace diferencia con el cuerpo, y se refiere a lo externo que alberga el alma y el espíritu del hombre y el Espíritu de Dios; hoy se tiene un tipo de cuerpo, pero solo cuidándolo para Dios, nos lo cambiará por otro glorioso.
La parte sensual o carnal, que exige, nos será quitada, será destruida, tanto el vientre como la vianda, esto para aquellos que piensan que en la eternidad seguirán "disfrutando" de lo que les sacia el vientre aquí y hoy. Será destruido tanto lo que demanda o deseo como lo que sacia la demanda carnal, para los complacientes será parte del juicio, pero para el cristiano responsable ese vientre será destruido progresivamente en esta vida.

El misterio de la unión espiritual con Dios para vivir en un cuerpo. Temporalmente el hombre vive en este cuerpo defectuoso, a pesar de que se ha unido con el Señor, será transformado al final y el cuerpo actual ha sido comprado por el Señor, entonces no es nuestro, por eso debe estarse construyendo o preparándose para que el Señor viva en nosotros, en el santuario, en lo más íntimo. La clave está en que sea el Espíritu Santo gobierne para que el cuerpo sea regenerado y se vuelva un crecimiento continuo.
La unión es espiritual con el Señor, y entre personas la unión a nivel de cuerpo es con nuestro cónyuge únicamente, teniendo el cuerpo gran importancia como cobertura de nuestra alma y espíritu y de su Espíritu Santo. Por esto es la especial importancia de parte de Dios en que guardemos nuestro cuerpo el cual no puede ser compartido fornicando. El Señor hace que seamos una sola carne con la pareja desde el principio lo hizo con Adán y Eva para que podamos tener unión con nuestro cónyuge, ya que el Señor es uno con nosotros.
La unión sexual es por tanto la unión en el cuerpo que traspasa todo tipo de unión, y quien lo hace fuera del orden establecido en el matrimonio está pecando contra su propio cuerpo, porque no es nuestro el cuerpo pues solo lo tenemos prestado, el Señor lo ha comprado, él es quien tiene los derechos y nosotros somos beneficiarios. Debemos ser buenos templos del Espíritu Santo y nuestras vidas tendrán nuevos frutos.