domingo, 20 de noviembre de 2011

La restauración después del arrepentimiento

2Co 2:5 Pero si alguno me ha causado tristeza, no me la ha causado a mí solo, sino en cierto modo (por no exagerar) a todos vosotros.
2Co 2:6 Le basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos;
2Co 2:7 así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de demasiada tristeza.
2Co 2:8 Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él.
2Co 2:9 Porque también para este fin os escribí, para tener la prueba de si vosotros sois obedientes en todo.
2Co 2:10 Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo,
2Co 2:11 para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones.

La disciplina es una de las cosas más difíciles para el cristiano y que obtenga beneficios, y que no se retire en el proceso, y no alcanzar el efecto correctivo. Esto es lo que ocurre en las familias cuando se quiere aplicar correctivos, la autoridad de la casa quiere tener buenos resultados, pero a veces se confía demasiado en el correctivo y nos olvidamos de otros aspectos que son importantes manifestar para quien está en disciplina no pierda la sentimiento de amor a través de la consolación y el perdón.

Es difícil de entender cuál es el punto para actuar en la consolación y en el perdón, para que aquel que está en disciplina se sienta apoyado y con disposición a la restauración y de volver a su camino. Esto es porque no se puede consolar mientras la persona no ha llegado al punto de reconocer los daños y estar dispuesto a cambiar.

En la iglesia de Corinto existía un problema que había sido superado, y a pesar de los daños que siempre ocasiona el pecado a la iglesia, el apóstol los motiva a que una vez completada la disciplina -pues tiene un tiempo en el que hace efecto- y ya había llegado el momento de ayudar y consolar.

El pecado causa tristeza. Cuando se falla al Señor siempre hay tristeza, y el primero en sentirlo desgraciadamente pocas veces es quien falla, sino los que le aman, pues son los que tienen que soportar los efectos de la paga del pecado. Entristecerse por otros pareciera tener límites, y la paciencia cuesta practicarla manteniéndose firme para no caer en una actitud permisiva. Cuando los que aman no tienen paciencia y se adelantan a tender la mano y demostrar amor y consuelo, se corre el peligro de interpretarlo como que se está dando permiso de seguir el mismo camino del pecado.
Cuando la tristeza se hace larga por la falta de reacción de la persona que falla, parece que se llega cierta estabilidad, pero esta puede ser falsa, pues se basa en el conformismo ocasionado por la impotencia, y la impotencia puede llevar también a la permisión. Cuando nos conformamos y decimos que es mejor dar permiso porque no se puede hacer nada, animamos a que la persona siga en el mismo camino.

Por el contrario se debe mantener una buena actitud de espera hasta que haya cambios, aunque se sufra no se debe ceder para no echar a perder la disciplina de Dios, de la manera que la quiera hacer; los que tienen tristeza juegan un papel importante, pues se debe estar atento a los frutos de arrepentimiento (dentro de ella la tristeza del que falla pues lo llevará al arrepentimiento), y abrirle las puertas a su restauración, pues de lo contrario quedaría en un vacío. Cuando vemos en el hijo pródigo el padre no desespera como para salir a buscarlo, sino que espera que la disciplina de la escasez le trajera a su hijo, porque era devuelto con una actitud apropiada, pues regresaba esperando que le dieran la posición de jornalero.
Debería ser suficiente ver a los que sufren. Cuando se mira el sufrimiento de los que están alrededor se puede pensar que es parte de la disciplina, pero es parte de los efectos o frutos del pecado, lo que es cierto es que debería ser suficiente ver el daño y el sufrimiento como para desear detenerse en el pecado, por el arrepentimiento y someterse a la restauración.
Las disciplinas comienzan a tener sentido cuando miramos los daños que se están causando alrededor, y entonces se puede pensar en lo que está ocurriendo dentro de nosotros, es un espejismo del pecado, y que tarde o temprano la realidad espiritual se manifestará y sacará a luz lo que no está bien, esto es por supuesto para aquel que es hijo de Dios.

Siempre tendemos a olvidar que cuando se vuelve a la realidad después del arrepentimiento se tiene que lidiar con la tristeza por los daños ocasionados a otros, pero también hay quienes quieren que la persona sufra por lo que falló, sin embargo eso tiene un límite porque como dice el apóstol, se puede ser consumido por demasiada tristeza, y en ese desánimo se pierde el interés de la restauración y de desear recuperar lo que antes tenía, incluyendo el servicio a Dios, cuando se ha tenido.

El perdón y consuelo anima la restauración. Perdonar y consolar de parte de la iglesia puede no ser tan fácil de hacerlo, pero lo que podemos ver es que el apoyo nuestro es clave a la obra de Dios, puesto que la restauración se puede atascar por nosotros (los que se entristecieron), si no apoyamos causaremos estancamiento. Personas que cometieron errores y se arrepienten pueden no tener cabida nuevamente en la iglesia si no existe perdón y consuelo de parte de los que se sintieron ofendidos.

La iglesia de Cristo tiene a mucha gente que aunque ha entendido los propósitos de la disciplina y se ha arrepentido, es decir que ha dejado el camino equivocado, no encuentra nuevamente el espacio por la falta de ayuda de aquellos que fueron afectados. La recomendación del apóstol es entonces que lo hagan. Esta es la forma de demostrar poder y autoridad, pues la confirmación del amor está en esto y es tan importante como la aplicación de la disciplina.

Satanás se aprovecha del legalismo. Cuando nos ponemos de jueces a querer manejar un tiempo del castigo para aquella persona que falló, estamos actuando bajo cierto legalismo y es entonces donde el enemigo aprovechará la falta de acuerdo en perdonar y consolar. Algunos pueden sentir que no merece consuelo la persona que falló, y que ellos que fueron afectados deberían de ser consolados, pero aquí el que está afectado es el que falla y necesita restauración.

La artimaña o plan del enemigo es que nosotros caigamos en el papel de jueces y en desacuerdo, en este caso como miembros de una iglesia puede causar división pues habrá quienes piensen que es mejor dejar fuera a esta persona y habrá quienes le perdonen y traten de restaurarle.
Por eso el apóstol habla que si ellos perdonaban también lo había hecho él, para evitar la división, y no darle ventaja al enemigo para que destruya la iglesia. Como iglesia somos responsables de la restauración de los hermanos que se alejan y se arrepienten y quieren tener una nueva oportunidad. Cuando se da esta oportunidad se puede recuperar la confianza en Dios si lo hacemos de acuerdo a lo que el Señor nos manda.