Mas
me agarré del Señor
Texto: 1 Samuel
30:1-10
1 Cuando David y sus hombres vinieron
a Siclag al tercer día, los de Amalec habían invadido el Neguev y a Siclag, y
habían asolado a Siclag y le habían prendido fuego. 2 Y se habían llevado cautivas a las mujeres
y a todos los que estaban allí, desde el menor hasta el mayor; pero a nadie
habían dado muerte, sino se los habían llevado al seguir su camino. 3 Vino, pues, David con los suyos a
la ciudad, y he aquí que estaba quemada, y sus mujeres y sus hijos e hijas
habían sido llevados cautivos.
4 Entonces David y la gente que con
él estaba alzaron su voz y lloraron, hasta que les faltaron las fuerzas para
llorar. 5 Las dos mujeres de David, Ahinoam
jezreelita y Abigail la que fue mujer de Nabal el de Carmel, también eran
cautivas.
6 Y David se angustió mucho, porque
el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura de
alma, cada uno por sus hijos y por sus hijas; mas David se fortaleció en Jehová
su Dios. 7 Y dijo David al sacerdote Abiatar
hijo de Ahimelec: Yo te ruego que me acerques el efod. Y Abiatar acercó el efod
a David. 8 Y David consultó a Jehová,
diciendo: ¿Perseguiré a estos merodeadores? ¿Los podré alcanzar? Y él le dijo:
Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás, y de cierto librarás a los
cautivos.9 Partió, pues, David, él y los seiscientos hombres que con
él estaban, y llegaron hasta el torrente de Besor, donde se quedaron algunos. 10 Y David siguió adelante con
cuatrocientos hombres; porque se quedaron atrás doscientos, que cansados no
pudieron pasar el torrente de Besor.
Las situaciones de la vida pueden ser
apremiantes y no saber qué hacer en esos momentos, y aquí se distingue el
cristiano verdadero, de aquel que no está bien cimentado. Pero, ¿cuáles son las
cosas que no nos hacen sucumbir? ¿Qué hacer cuando somos acusados y nos
amenazan?
Sin duda es aquí donde quien no está bien
agarrado no se puede sostener, y es cuando también se pueden hacer locuras, de
las cuales nos podemos arrepentir después. Tener un liderazgo sin duda agrava
la situación, la complica, porque precisamente es en quien están puestos los
ojos de todos, todos esperan que vamos hacer como líderes.
David era un líder quien tuvo la osadía de
vivir en medio de los enemigos de Israel: los filisteos, haciéndoles daño sin
ser descubierto; pero se olvidaba de que existían otros enemigos que querían
robarle la bendición, los amalecitas se llevaron cautivas a sus mujeres y sus
bienes. De esta situación difícil sacó el Señor a David a y a sus seguidores.
Sin ser un malhechor vivía entre enemigos porque Saúl se había convertido en el
más peligroso, por eso estaba allí, no lo había buscado él.
LA CRISIS
Con el antecedente de héroes por tener el
coraje de vivir en medio del enemigo y hacerles daño regresaban a sus hogares a
recibir una noticia tan grave, dura y que parecía sin remedio, toda una
tragedia.
El detalle a su favor es que dice la escritura
que se los llevaron cautivos a todos sus familiares, pero a nadie habían dado
muerte. Esto por supuesto que no lo sabían pero en ese momento de aflicción podía
pensar que por los daños del fuego en sus casas había también muerto sus
familias. Las apariencias externas nos pueden hacer ver peores las cosas de lo
que realmente son, por esto podrían pensar que les había pasado lo peor. A nosotros
nos pasa lo mismo, nos fijamos más en lo malo externo y sacamos deducciones
trágicas de lo que desconocemos y valoramos.
La sorpresa es una característica de las cosas
que nos pueden llegar a angustiar sobremanera; existen situaciones que no se
espera que nos ocurran, o que creemos que como cristianos estamos blindados a
ellas, pero les ocurrió a estos "valientes", y sus reacciones fueron
como valientes, ¿cómo fueron?
NUESTRA REACCIÓN EN LA PÉRDIDA
La pero reacción no es llorar pues solo expresa
nuestro dolor en la aflicción y los valientes también lloran, lo más revelador
es qué hacemos después del llanto. Todos lloraron en fuerte voz ante la
impotencia de algo que parecía irreparable, así es cuando creemos que no tiene
remedio lo que estamos viendo y a la vez imaginando, porque todavía no estaban
seguros de lo que les había pasado a sus familias.
David como líder se angustió el doble, esto es
así cuando ejercemos un liderazgo de Dios, y sentimos el doble de aflicción,
una parte por la situación propia que también vivimos así como David, y la otra
por la reacción de los demás cercanos, en este caso de su ejército.
La segunda reacción después del llanto fue el
buscar culpables, hablaron de apedrearlo, este es un gran apuro; sí aquellos
que David los había sacado de la nada, quien les había ayudado a darle sentido
a la vida (solo esto es un gran desafío, pues quien no lo tiene solo vaga por
la vida). David escuchó la murmuración de culpa hacía él.
Encontrar culpable es una reacción en la
situación de pérdida en aquel que no ha sido perfeccionado, pues rápidamente su
mente o su carne comienza a buscar dónde está el culpable y a imaginarse el
porqué de la situación mala que se vive, pero no siempre tiene una causa mala.
Culpamos a quien nos ayuda y está con nosotros y olvidamos al malo que hizo el
daño reduciendo el mal realizado. Esto puede ocurrir a muchas familias que no
pueden salir de la fase de culpabilidad, lo que no deja avanzar en la vida
cristiana, porque ¿cómo se puedo sentir David al oír que aquellos que eran
cercanos, como hermanos hablaban de matarlo?
MAS DAVID SE AGARRÓ DEL SEÑOR
El verdadero líder debe saber que el Señor y
solo él tiene la salida a la situación que se vive, pues el Señor puede
responder de diferentes maneras: dándonos consuelo y resignación cuando no hay
nada que hacer o, podemos recibir ánimo para actuar correr y pelear para
recuperar lo que nos han robado. El fortalecerse no es más que agarrarse para
que la corriente de la tragedia, del dolor, de la crisis no nos arrastre,
agarrados del Señor seremos más fuerte que la corriente.
Consultar al Señor en esa situación no siempre
es fácil, se requiere fe, porque debemos tener la seguridad que responderá a
nuestra duda y confusión. Todos estaban confundidos y de esto toma ventaja la
carne y David lo sabía, pues el dolor puede afectar lo espiritual reaccionando
con la carne.
La respuesta fue que debía perseguir a esos
merodeadores, asaltantes, que se aprovecharon de la vulnerabilidad y atacaron
cobardemente. Pregunta si los podrá alcanzar y la respuesta fue que sí los
alcanzaría y David actuó y los rescató. El asaltante está asechando para
encontrar la oportunidad de hacer daño, pero a pesar de que los llevaban cautivos
seguían bajo la cobertura de Dios.
Si David no se agarra del Señor se hubiera
quedado llorando y por la amargura que tenían lo hubieran podido linchar, pero
el Espíritu nos habla y debemos escucharle para tomar la acción que él nos
mande. No nos debemos hundir buscando culpables sino buscar al Señor para que
nos dé la salida, consultemos con fe y Dios nos dará las fuerzas y el valor
para enfrentar al merodeador.