jueves, 28 de junio de 2012

Aprovechemos la debilidad



2Co 12:7 Y dada la extraordinaria grandeza de las revelaciones, por esta razón, para impedir que me enalteciera, me fue dada una espina en la carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca.
   8 Acerca de esto, tres veces he rogado al Señor para que lo quitara de mí.
   9 Y Él me ha dicho: Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí.
  10 Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.

La especie humana es puesta según la ciencia como si hubiese evolucionado en el tiempo y va quedando o sobreviviendo lo más fuerte, lo más apto, lo mejor, y este concepto es aceptado por muchas personas, aun por el cristiano, como si dependiera exclusivamente de nosotros y no de Dios la subsistencia o crecimiento, considerando que existe un plan para el hombre y la creación.

Nadie quiere verse débil, ni tampoco sentirnos impotentes, sino por el contrario queremos aparentar fortaleza y poder. En el Señor comenzamos a experimentar que en las cosas que nos creíamos fuertes tenemos que ser vencidos, porque de lo contrario el Señor no tendría nada que hacer con nosotros, y posiblemente donde creemos que tenemos ventaja es donde nos puede vencer el enemigo y el Señor quiere tomar esa debilidad a su favor. El fuerte o autosuficiente está limitado de recibir ayuda del Señor por no tener espacio para crecer, pues ya topó.

Aprender a aprovechar esa debilidad es una tarea importante, sin temor a creer que nos volveremos inútiles, sino que es la oportunidad de ser ayudados a obtener un estado espiritual mejor y satisfactorio que proviene de nuestro Señor Jesús.

El límite de la mejora. (Job_16:6-8) Cuando se quiere mejorar algo, se parte de lo está disponible, y así encuentra el Señor nuestras vidas y en muchas áreas tiene que construir con lo que tenemos porque sabe que no hay oportunidad, o mejor dicho no le permitiríamos destruir lo que existe para volver a construir. El proyecto del Señor para nuestras vidas está dado pero depende si lo aceptamos o no, y él es quien evalúa si lo que tenemos es lo que desea en nosotros.

La autosuficiencia normalmente ocurre en las áreas claves donde creemos tener fortaleza, por esta razón donde tenemos menos avance es precisamente ahí. Job se quejaba y esto no le beneficiaba, ni tampoco cuando callaba porque si no entendemos que el Señor está obrando tendremos un gran conflicto, pues no era para menos lo que estaba viviendo.

Job miraba como había sido fatigado (heb. Laá: cansar o disgustar), y tenía dos efectos de esto: el cansancio físico, pero también el disgusto y desaliento que llega con un cansancio mayor que el físico. Lo que no se alcanza a mirar es que se está derribando toda la fortaleza que vendrá a permitir, espacio para volver a construir mejor de lo que era antes, ese fue el fin de Job, pero si hubiéramos visto a Job antes nadie se hubiera atrevido a decir que necesitaba nada que derribar pues era próspero, ayudador, consolador, etc.

Muchas personas no entenderán y testificarán en nuestro rostro pensando que ese derribamiento es por algo malo que hemos hecho, por pecado, era esto lo que no entendía Job, que no sabían que era una prueba grande de reconstrucción total.

Si creías que antes fuiste fuerte no lo eras. (1Co_1:25-29) Una verdad de Dios es que Él es fuerte, nosotros nunca lo hemos sido, porque desde antes según las normas humanas no hay entre nosotros sabios, influyentes, ni de buenas familias (no vale y es creado por el hombre), esto lo decía a través del apóstol Pablo, porque quizá algunos querían hacer prevalecer una fortaleza que nunca tuvieron.

Este es el principio para el cambio, es decir reconocer nuestra debilidad desde antes, es algo duro pero es la realidad que debemos enfrentar para que podamos ser útiles al Señor y que pueda usarnos porque el Señor nos llamó así, sabiendo que nos creíamos ser algo.

El plan de Dios es que seamos nosotros los que avergoncemos a los fuertes, al hombre fuerte, pero esto no es posible si creemos que tenemos fortaleza y vamos con nuestras propias fuerzas, entonces no serán suficientes y seremos avergonzados. El plan es que los que no somos importantes para el mundo, o los que no significan nada -como muchas veces se ve al cristiano- tengamos las soluciones y el poder de Dios. Las mismas autoridades si no buscan el poder de Dios no podrán tener buenos resultados, y el cristiano con el poder de Dios tiene soluciones para esta sociedad pero en el orden de Cristo Jesús.

Viviendo entre el poder y debilidad. (2Co_12:7-11) Somos fuertes en el Señor cuando cumplimos su plan, cuando no estamos dispuestos quizá no tengamos esos beneficios, o posiblemente no sea el tiempo. El apóstol Pablo sentía que el Señor lo hacía aterrizar, porque venía un mensajero de Satanás que venía a abofetearlo, a pincharlo con ese aguijón para que volviera a sentir la debilidad que como hombre tenía. El peligro es entonces –dado que no se lo permitieron al apóstol no digamos a nosotros- que si sentimos y vemos el poder de Dios en nuestro servicio a Dios, llegar a sentir que es nuestro o que nos lo han dado en propiedad y que al final nos acostumbremos y creamos que ya lo teníamos.

¿Por qué el Señor quiere hacernos sentir débiles en alguna área de nuestra vida aunque recibamos de su poder? Existen varias razones que nos pueden meter en peligro:
1.       Para protegernos de la opinión ajena y que nos pueda destruir metiéndonos orgullo, al final el aguijón desinfla, y hace que en todo tiempo veamos que somos nuestros pies de hombre.
2.      Para que dependamos del Señor es necesario que reconozcamos su gracia como suficiente para nuestras vidas, aunque nos sintamos bien humanos, bien débiles, debemos saber que el Señor enviará su poder y será él el fuerte en nosotros. Dependemos del Señor y no lo debemos olvidar.
3.      Para que podamos gloriarnos o presumir  en la debilidad, sabiendo es así como el poder del Señor vivirá en nosotros. En lugar de avergonzarnos la debilidad la veremos como nuestra garantía de poder.

Cuando nos sentimos débiles en realidad es cuando somos fuertes, y de esto debemos sacar provecho, pues no debemos sentirnos derrotados, sino presumir de esa debilidad, la que otros esconden a nosotros no nos debe avergonzar. Bendito sea el Señor por su gracia poderosa.