viernes, 7 de septiembre de 2012

Tierra deseable al Señor


Luc 8:15  Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.
Mat 13:23  Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.
Mal 3:12  Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos.
Stg 5:7  Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía.
Pro 8:19  Mejor es mi fruto que el oro, y que el oro refinado;
Y mi rédito mejor que la plata escogida.

Hoy día el trabajo para saber si rinde es medido con índices de productividad, y todos nos vemos enfrentados a ellos y quien no rinde o se acerca a los costos esperados queda fuera de los empleos. Esta es una ley de productividad que no es más que la capacidad de dar la mayor cantidad de frutos a un costo cada vez menor. Somos deseables al ser más productivos y rechazados si no tenemos producción. Aun nuestro Señor cuando buscó fruto en la higuera y al no encontrarlos la maldijo y ésta sus discípulos la vieron después seca.

El punto es no quedarnos sin fruto, pues la parábola nos habla de darlos a 30, 60 o a 100; esto quiere decir que lo importante es dar fruto, mejor si es 100 y no 30, pero ese rendimiento dependerá de lo que alcancemos a dar de acuerdo a las capacidades que vamos adquiriendo de parte de Dios. La gran ventaja es que la fuente de esas capacidades no representan costos para nosotros, solo es disponernos.

Pero, cómo hacer para enseñarles a quienes amamos para que también entren en la productividad del Señor, pues muchos pueden ser muy productivos para trabajar pero en lo espiritual que es la obediencia al Señor muchas veces no lo desean, y luego muchos esperan ver grandes resultados por el solo hecho de visitar una iglesia. De hecho queremos beneficios con poco esfuerzo pues esto es lo que nos venden los medios y el mismo sistema, que el más listo es aquel que sin trabajar tiene muchos beneficios en la vida.

La teoría del más listo trata de confundir inclusive menospreciando la gracia del Señor con la cual el Señor nos brinda beneficios que recibimos sin merecerlo y sin costo material, pero esto no significa que no tengamos que poner de nuestra parte para ser productivos o llevar frutos espirituales; tampoco la productividad del Señor está en contradicción con la fe, pues la misma fe exige obras, de lo contrario es muerta dice el apóstol.

Entonces, ¿a qué se refiere la palabra cuando nos habla de dar mucho fruto y cuáles son los requisitos para llevarlos? ¿De dónde salen los buenos frutos o dónde se producen? ¿La tierra productiva es la misma tierra deseable?

Llevar frutos para ser buena tierra, tierra deseable. La buena tierra se vuelve tierra deseable cuando lleva frutos; ésta es como dice Malaquías Mal_3:12, aquella donde el devorador no podrá destruir el fruto, ni tampoco faltará fruto por esterilidad de la vid (nótese que la esterilidad no es de la tierra sino de la vid, es decir de lo que se sembró), la semilla que se siembra es buena y no se permitirá recibir otro tipo de semilla. Estas dos causas evitan que seamos una buena tierra y por ende que nadie la desee. Es difícil llegar a ser buena tierra y deseable cuando no se prepara el corazón, más cuando hemos sido rechazados y no creemos que podemos superarlo, creyendo que es irreversible.

La buena tierra es aquella que admiran los demás, pero esa admiración debe servir para inspirar a otros, y que no nos afecte en nuestro orgullo, de lo contrario estoy en peligro de ser afectado por los beneficios que tengo hoy, pero que pronto puedo llegar a perder porque está afectando mi alma. Si no somos tierra deseable para Dios no importa si parece ser que lo somos para otros.

Pero ¿qué es la buena tierra? El de corazón bueno y recto (o  noble), como dice en Mat_13:23; el de corazón bueno es entonces el que oye la palabra y tiene la rectitud o nobleza para aceptar la palabra, que es el entenderla. Para entender se necesita humildad de corazón y aceptar que necesitamos de ella, no es cuestión de inteligencia humana sino de actitud, porque la inteligencia sin obediencia me pone en peligro. Lo que queda es actuar en ese entendimiento para que los frutos lleguen a nuestra vida.

Entonces somos nosotros la buena o mala tierra, cuando es buena todos pueden ver la razón por la que es buena: los frutos. Cuando existen frutos todos quieren esa tierra, algunos se equivocan cuando ven una plantación con producción abundante pensando, que es porque es buena tierra en sí misma, pero pueden existir piedras que no se ven hasta que uno se acerca, las piedras se han apartado y ordenado donde acomodando la semilla.

Si nos miran con fruto no quiere decir que seamos perfectos, pero los defectos y limitaciones son superados. La buena tierra es precisamente porque se ha querido escuchar y aceptar la palabra para pasar de ser mala tierra a buena tierra, la atención de la planta es una obediencia que nos llevará a hacer lo mejor.

Se necesita paciencia y voluntad. La paciencia o perseverancia o aguante producen buenos frutos. Esta paciencia pasa por tener buena voluntad de escuchar y aceptar la palabra de Dios y los medios que el Señor usa para darnos a conocer lo que espera y quiere de nosotros.

Por esto tener un espíritu largo es necesario, ya que no tener los frutos esperados cuando los necesitamos no quiere decir que no estén allí, lo que sucede es que si los frutos están en en la semilla, y no dejamos de sembrar, de abonar, de preparar, de hacer las cosas hasta que llegue el fruto. Lo que significa que si no podemos ver en la semilla el fruto (si no se alcanza a ver la sandía cuando vemos la insignificante semilla), entonces no tenemos fe, y esto nos afectará para salir adelante de cualquier situación de la vida.

Habrá un fruto final. En Stg_5:7, nos habla que sin duda al final se manifestará un fruto final  en la venida del Señor, pues ahí se echará de ver si realmente hemos sido buena tierra o si solo ha sido pantalla. Esto a lo que nos obliga es a no cansarnos de sembrar y cuidar, hasta que venga el fruto final.

El labrador es un obrero que solo sabe trabajar y esforzarse, no es de un momento, o  tratando de hacer el mínimo esfuerzo y esperando lo máximo. Quizá el labrador no es el más inteligente ante los demás, o quien tiene más educación, sino que es uno que está dispuesto, que tiene una gran voluntad, tanto así que puede hacerle frente al desánimo cuando llega, y no deja de salir de su casa al campo, aunque llueva, haga mucho sol, aunque se sienta enfermo o se sienta triste.

Está esperando que llegue la lluvia temprana que le ayudará a crecer (dar tamaño y volumen) a la plantación, a desarrollarse (preparación antes de fruto), pero también debemos nosotros también esperar pues habrá una lluvia tardía que ayudará a que demos fruto, a que se llene y alcance tamaño y peso el fruto. Esta es la promesa del Señor, la primera es vistosidad y admiración, pero la segunda son logros. A veces solo nos conformamos con tener la primera y nos debilitamos en la fe y obediencia, y perdemos lo mejor: los frutos.

¿Cuál es nuestra motivación? Por esto dice que es mejor el fruto del Señor y no el fruto materialista Pro_8:19, esto no es fácil entenderlo, nos cuesta asimilarlo, porque solo en las crisis, cuando falta, cuando no está lo que antes mal administramos, es cuando nos damos cuenta que lo que nos mantiene no es lo material, sino algo que el Señor nos está dando y que posiblemente no lo entendemos hasta que vienen frutos nuevamente. Los frutos pueden ser abundante en este tiempo y con escasez de recursos puede haber abundancia, entonces entendemos un ley grande en nuestra vida. Los frutos pueden ser en todo tiempo y no deben afectarnos, pero esto depende de nuestra motivación que no es más que nos acordemos del Señor y de sus promesas.

Los frutos del Señor son mejores y además ganamos mejores intereses celestiales, porque así como el dueño del capital tiene que confiar donde deposita su dinero, buscando lo más sólido y confiable y luego recoge su ganancia a través de lo que gana de intereses. Entre más confiable la inversión menos tasa de interés, pero en el Señor lo que le confiamos no es nada con valor, pues solo es un escuchar y aceptar su voluntad, esto tiene beneficios en sí mismo, al instante, en este siglo, pero el Señor además de eso nos dará beneficios por haber tenido fe, nos compensa con intereses mejores que la plata escogida para este tiempo y para el siglo venidero.

Somos productivos en frutos como oro y además con réditos como plata escogida, algo doble que nos vuelve tierra deseable para Dios, porque el querrá seguir dándonos abundantemente pasando de 30 a 60 y de 60 a 100.