Isa
5:8 ¡Ay de los que juntan casa a
casa, y añaden heredad a heredad hasta ocuparlo todo! ¿Habitaréis vosotros solos en medio de la tierra?
Isa 5:9 Ha
llegado a mis oídos de parte de Jehová de los ejércitos, que las muchas casas
han de quedar asoladas, sin morador las grandes y hermosas.
Isa 5:10 Y
diez yugadas de viña producirán un bato, y un homer de semilla producirá un
efa.
Isa 5:11 ¡Ay de los que se levantan de
mañana para seguir la embriaguez; que se están hasta la noche, hasta que
el vino los enciende! Isa 5:12 Y en sus banquetes hay arpas, vihuelas,
tamboriles, flautas y vino, y no miran la obra de Jehová, ni consideran la obra
de sus manos.
Isa 5:13 Por
tanto, mi pueblo fue llevado
cautivo, porque no tuvo conocimiento; y su gloria pereció de hambre, y
su multitud se secó de sed. Isa 5:14 Por eso ensanchó su interior el Seol, y sin
medida extendió su boca; y allá descenderá la gloria de ellos, y su multitud, y
su fausto, y el que en él se regocijaba. Isa 5:15 Y el hombre será humillado, y el varón será
abatido, y serán bajados los ojos de los altivos. Isa
5:16 Pero Jehová de los ejércitos
será exaltado en juicio, y el Dios Santo será santificado con justicia. Isa 5:17 Y los
corderos serán apacentados según su costumbre; y extraños devorarán los campos
desolados de los ricos.
Isa 5:18 ¡Ay de los que traen la
iniquidad con cuerdas de vanidad, y el pecado como con coyundas de
carreta, Isa 5:19 los cuales dicen: Venga ya, apresúrese su
obra, y veamos; acérquese, y venga el consejo del Santo de Israel, para que lo
sepamos!
Isa 5:20 ¡Ay de los que a lo malo dicen
bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas
luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!
Isa 5:21 ¡Ay de los sabios en sus propios
ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!
Isa 5:22 ¡Ay de los que son valientes
para beber vino, y hombres fuertes para mezclar bebida;
Isa 5:23 los
que justifican al impío mediante cohecho, y al justo quitan su derecho!
Isa 5:24 Por
tanto, como la lengua del fuego consume el rastrojo, y la llama devora la paja,
así será su raíz como podredumbre, y su flor se desvanecerá como polvo; porque
desecharon la ley de Jehová de los ejércitos, y abominaron la palabra del Santo
de Israel.
Sin duda alguna que no existe nadie
que no se aflija en la vida, y no estamos hablando de la aflicción que viene
por aspectos sin control, sino aquellos atribuidos a nuestras decisiones y
acciones que se salieron de la voluntad
de Dios. Los aspectos más difíciles son aquellos que sabemos que traen
consecuencias malas, pero que no nos detienen, y siguen dando malos frutos en
nuestra vida.
Cuando
alguien vive una mala situación, ha llegado allí por una serie de sucesos,
algunos de ellos en los que no se pudo detener, entonces podemos aprender de
esa situación, de esa experiencia, porque podemos llegar a lo mismo, dicho de
otro modo tenemos potencial, aunque digamos en nuestro interior no soy igual a
esa persona. Todos tenemos malas experiencias que pueden servir a otros para no
hacer lo mismo.
Isaías
profetiza en Jerusalén posiblemente en tiempo cercano a la deportación a
Babilonia, y esta profecía era una advertencia de lo que se avecinaba. Esta
experiencia era como toda profecía que advierte las consecuencias
anticipadamente.
Los ayes
son la expresión de dolor que el Señor tiene por su omnisciencia, ya que el
dolor que viene es inevitable, pero el dolor de quien ama es primero, es decir
la causa es el ay; la aflicción que sufrirá la persona amada viene después, son
las consecuencias, el resultado es inevitable y es el que pensamos que es el
sufrimiento. Para el Señor el primer ay es el sufrimiento el de origen, pero
nuestra visión puede ser corta y no nos recordamos de los ayes de quienes nos
aman y se anticiparon a las consecuencias. Esto es como cuando una persona
mayor sabe al mirar la forma de actuar de un joven que hay una cosecha que le
vendrá, entonces dice: ay este joven va a sufrir.
Los ayes ¿para
quienes? Esta pregunta es clave y aquí se señalan seis ayes que simbolizan al
hombre que se puede inclinar por más de alguno de ellos:
1.
Los
acumuladores. (v. 8-10) Sin importarles que el tiempo fuera malo
seguían acumulando, aprovechando ese mal tiempo para llenarse de bienes, este
es un materialismo salvaje que puede llegar a torcer la relación con Dios, vida
misma y la familia. La visión se hace corta porque no podían creer que la
profecía del Señor se cumpliría y el profeta decía me ha dicho al oído el Señor
que esas casas quedarán solas. Esto es hoy común con la brecha cada vez mayor
en la población mundial. Vemos que quienes tienen los mayores bienes están
aprendiendo a hacer más dinero sin usar a las personas para ganarlo, esto es
complicado.
Este es el
resultado si acumulamos sin mirar al lado ni lo que el Señor quiere que hagamos;
la soledad es una consecuencia, pues queda solo porque lo material solo une por
un momento de interés. Lo que tenían y habían acumulado dejaría de producir, y
el Señor quería que compartieran, de lo contrario, se volvería estéril la viña y
la producción de granos se reduciría a la décima parte de lo que se sembraba. Tiene
que ver también con dejarse ganar la batalla de la ambición y avaricia deseando
lo material en detrimento de la abundancia espiritual, perdiendo lo mejor.
2.
Los
buscadores de placer. (v. 11-13) Este ay es cuando se piensa
que la vida es solo para disfrutarla, sin darnos cuenta de lo terrible que
pueda estar pasando alrededor, esto nos vuelve insensibles. Cuando no se puede
mirar ni considerar la obra del Señor, entonces no queda nada para disfrutar de
parte de Dios, y es cuando solo nos atraerá lo sofisticado, lo inalcanzable, y
las cosas que son en contra de lo natural. Bienaventurado el niño que se alegra
y puede disfrutar un dulce, por ser niño es librado de los males que hay
alrededor.
La altivez
será quitada con humillación, lo que significa que perdieron la oportunidad de
hacerlo voluntariamente, esta es la gran salida que nos da el Señor que
tengamos la sensatez. Esta falta de conocimiento del pueblo se trata de tener
grandes revelaciones, sino lo más elemental que es guardar nuestra vida
anticipadamente, por esto llegaron a Babilonia.
3. Los
que traen la maldad y pecado. (v. 18) El Señor quiere que
traigamos las buenas nuevas, la bendición, la fe, la esperanza en el Señor,
pero cuando no lo hacemos podemos estar trayendo la maldad atada con cuerdas de
mentira, de vanidad, o el pecado atado con coyundas de carreta.
La maldad
es más sutil de ver para los demás, pero esa culpa es una cuerda que aunque sea
del grosor de un cabello mientras esté con nosotros afectaremos a otros, y poco
a poco se apoderará de nuestra vida. El pecado amarrado con correas de cuero ya
no se suelta fácilmente al menos que otro las quite, pero por nosotros mismos
es imposible; por esto el buey se agacha para que le quiten las coyundas porque
su amo lo libera, de igual manera el pecado solo lo puede soltar de nosotros
nuestro dueño, nuestro Señor Jesucristo.
El pecado
se amarra con coyundas y no se sueltan, pero quisiéramos corregir y salir de
esa situación, no se estaría diciendo: que el Señor venga para que sepamos,
pues ya sabemos lo que debemos hacer, pero no se quiere actuar, este es el
problema. No es falta de consejo por lo que no sabemos, sino porque no
accionamos, algunos empantanados en cuántas cosas que ya se ve como imposible
salirse, aunque nunca es tarde.
4. Los
que acomodan a su conveniencia el mal. (v. 20) A lo malo le dicen bueno,
es tratar de convencer de su mal accionar, y que al final se pueda llegar a creer,
para facilitar la vida y no tener que cambiar. La luz la hacen tinieblas, y lo
amargo lo hacen dulce, esto tratar también de convencer al débil.
En
Jer_4:18, habla de la amargura que llega cuando el pecado no es perdonado, por
esto quien está en esa situación quiere hacer parecer que está bien, que lo
disfruta, y atrae y confunde a los débiles en la fe, y los hace caer en el hoyo.
Muchas veces no se tiene dimensión del mal que se hace con el mal ejemplo
haciéndolo bueno con las palabras, pues no sabemos las intenciones o
tentaciones que el débil en la fe tiene.
5. Sabios
para sí mismo. (v. 21) Sorprendentemente esta es una de las causas
de ay, aunque cualquiera pueda hasta decir: es seguro de sí mismo, por esto se
le pasa la mano, pero esto no tiene nada que ver, es sentir que tenemos todo el
control y que dirigimos bien las cosas, pero esto está lejos de la realidad,
pues nos distanciamos de la obra de Dios en nuestras vidas.
Al sabio
para sí mismo lo que hace le parece que siempre fue lo mejor, lo más
inteligente, por eso ya no queda espacio para mejorar, sino seguir en el mismo
nivel aunque este sea de fracaso. En aquel tiempo se podía ver la señal de Dios
así como hoy, que les decía las cosas que vienen, así también no obliga a estar
preparados en nuestras vidas, porque eso nos ayudará a salir adelante. Esta
falta no es exceso de autoestima, sino falta de reconocimiento de Dios, de
aceptar que no somos lo máximo en lo que creemos tener dominio, esa humildad
nos permitirá seguir avanzando. Algunos pensaban ser más que el profeta Isaías
y esto hace que automáticamente se deseche la voluntad de Dios.
6. Los
que hacen mezclas. (v. 22-23) Los valientes para sumergirse hasta perder la conciencia, haciendo
mezclas que pareciera que les hace valientes porque se atreven a jugar con
fuego, pero eso los relaja, facilita ceder y hacer otras cosas más graves. La
conciencia sobria no permite hacer algunas cosas y es entonces que se debe
quitar la sobriedad y esto es cualquier droga como el alcohol u otra. El
mezclar es con un fin, no es por gusto cuando se quiere hacer creer que esa
mezcla es para mejorar, sí, ¿pero para mejorar qué? No es más que para engañar
a otros y a sí mismo.
Adormecida
la conciencia se puede aceptar cohecho, y aunque un juez por definición debe
impartir justicia se dedica a aceptar dádivas quitando el derecho al justo.
Nosotros podemos mirar que esto trae sufrimiento y consecuencias, como las tuvo
para el pueblo al ser llevados cautivos.
Bienaventurado quien
puede atender a quien nos está poniendo en alerta y nos está diciendo que ya
existe un ay en nosotros, esto nos librará de las consecuencias nefastas,
porque el estar en el camino y aun tener salvación no nos libra de los ayes. Quién
sabe cuánto tiempo hay entre el momento que el Señor dice el ay y el momento en
que llega el sufrimiento, este tiempo es de gracia; somos responsables de
aprovechar ese tiempo para cuanto antes podamos aceptar que hay alguien que nos
ama y que ya está sufriendo por nosotros, y que no quiere que se consuma el
otro ay de sufrimiento personal.