lunes, 13 de febrero de 2012

¿Qué nos mueve, el amor o el temor?

1Jn 4:16 Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.
1Jn 4:17 En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo.
1Jn 4:18 En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.
1Jn 4:19 Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.
1Jn 4:20 Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?
1Jn 4:21 Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.

Col 3:23 Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres;
Col 3:24 sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.


Cuando Dios creó al hombre y la mujer estos eran perfectos primero porque el pecado no había entrado en ellos, pero también tenían la capacidad de reflejar y devolver el amor de Dios, esto los hacía diferentes, pues cuando pecaron y el Señor llamó al hombre Adán respondió: (en Génesis3:10), Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.

Después del pecado pudieron ver las consecuencias inmediatamente al verse desnudos, es decir sin cobertura, pero también la voz que antes podían escucharla y agradarles, ahora no la soportaba porque tuvieron miedo de su desnudez, y esto les hizo esconderse. Esta historia se repite cuando dejamos su amor, cayendo en temor y sentimos que debemos escondernos, porque no nos sentimos dignos.

No corresponder el amor al Señor nos mete en el miedo a él, y al temor a las demás cosas que no deberíamos temer. Cuando nuestra relación se deteriora con el Señor, parece que las demás cosas se agigantan y no podemos contra ellas porque perdemos fuerzas y unción.

Por el temor muchos podemos dejar de hacer lo que debemos de hacer, algunos pueden llegar al final de sus Dias y arrepentirse por no haber hecho cosas porque sintieron temor, por esto es necesario pedir ayuda al Señor porque si es a causa de la separación con él es fácil regresar, porque el problema no es de él que no quiera recibirnos, sino de nosotros que le hemos buscado de corazón.

El permanecer en Dios es permanecer en amor. Esta es una verdad que abarca nuestras vidas, pues nadie puede decir que está en el Señor, si no permanece en su amor. La clave está en quedarse en el amor, y el quedarse no es algo pasivo sino que implica el poner de nuestra parte, es perseverar, es decir hacer todo nuestro esfuerzo, porque pareciera que el hombre quiere ser escurridizo en esto, y no quiere devolverle amor a nadie.

Solo el amor nos hace madurar pues el amor va cambiándonos si estamos en él, cuando niños debemos amar y en teoría es más fácil hacerlo, cuando jóvenes también se nos exige el amor para no desviarnos, y como adultos en la pareja también, pues el amor nos hará crecer, y como padre es lo mismo. Por esto cuando hemos perdido el amor y lo recuperamos, nos es devuelto la cordura, y nuestras acciones comienzan a tener medidas y orden.

El problema es creer que si no amamos no pasa nada, es decir creer que por ser opcional y no obligatorio (el devolver amor), podemos posponerlo cuando nos de la gana hacerlo, cuando lo que estamos haciendo es arriesgándolo todo. El cónyuge que cree que no tiene obligación de amar a la pareja (aunque se supone que por esta razón se unió), pueden pasar los años y todo seguirá igual, se arriesga a perder su pareja y familia. Nadie puede permanecer sino ama.
El otro lado de esta verdad es que el no permanecer en amor nos lleva al temor, y en esto debemos meditar y observar nuestra vida.


En el amor no hay temor. Esto se ve reflejado en nuestras decisiones, porque cuando el amor de Dios está vivo en nosotros es cuando lo correspondemos con acciones, y no tenemos ningún miedo al obrar, pues nos guía el querer agradarle y su misericordia.

Pero cuantas cosas son hechas por el hombre no porque ame sino porque se ama a sí mismo y siente la necesidad de su carne egoísta, esta es la razón que nos podemos meter en problemas, tomando decisiones equivocadas. Por ejemplo aun con las bendiciones de Dios las podemos volver una maldición para nosotros cuando tomamos malas decisiones.

Podemos sentir temor en las cosas que el Señor nos ha dado por amor, al sentir que las podemos perder, este es el caso de las cosas materiales, porque ya no nos estamos ocupando de devolver el amor sino en no perder lo material, entonces el temor se apodera de nosotros y nos hace esclavos de las bendiciones que fueron en su momento.


El temor lleva en sí castigo. Una vez el temor se apodera de nosotros nos pasará factura si no nos pasamos al lado del amor, esto porque hay castigo en sí mismo, porque el solo hecho de estar en temor nos roba la paz, la seguridad (somos inseguros de lo que hacemos), y finalmente nos dará un golpe significativo. Existen fobias con manifestaciones físicas en el cuerpo que el cristiano debería avocarse al Señor para obtener respuesta.

Romper ese círculo es clave para recuperar las pérdidas, el problema puede ser inadvertido y cuando hacemos decisiones en temor, por seguro nos llevan a equivocaciones, porque el mal está ya adentro y aun nuestras capacidades se pueden ver menguadas. Tenemos que salir de ahí y lo primero es detenerse cuando sentimos un temor en nuestro corazón y pedirle paz al Señor antes de actuar.

En estos errores que cometemos algunos afectan la parte económica, porque vamos en contra de la fe, pues el temor nos ciega, nubla la fe, y estamos a la defensiva y no por obtener una bendición. El temor nos hace preocuparnos en las pérdidas porque sabemos por dentro que algo no está bien, y lo principal es la relación con Dios en esa área. Paremos y hablemos con el Señor.


Todo lo que hacemos para el Señor es de corazón, con amor. Nos podemos preguntar entonces como actuar en todas las cosas cotidianas, bueno una respuesta es debemos hacerlo de corazón. Esto quiere decir que lo máximo para el Señor, por esto debemos hacerlo como para él (Col_3:23), esta es la clave de nuestro éxito, si lo hacemos con el estándar más alto que pueda existir, porque no puede haber nada mejor que para el Señor.

Hacer las cosas de corazón lleva implícito que lo hacemos con amor, y esto nos libra del temor que nos quiere atrapar, escapamos pues y dejamos fuera de acción lo que como persona siempre hemos temido. El amor se adueñará de nuestra vida, dejando fuera toda posibilidad de otros intereses que nos lleven a errar. Dios quiere ayudarnos, quiere que nada nos llene de temor, sino que todo lo hagamos pensando en él.