lunes, 16 de septiembre de 2013

Cuando la fe se está apagando

Texto: 2Timoteo 1:6-7
5 trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también.
6 Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos.
7 Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.


La fe antecede a toda la actividad de bendición en el cristiano, de ahí mana y se activa la obra de Dios en nosotros, el apóstol Pablo le dice a Timoteo que existía en él una fe genuina, no fingida que la recibió de su madre y abuela, este es un gran halago y así para los cristianos que tienen una fe genuina en estos tiempos difíciles.
Hoy corremos el peligro de caer en llevar una fe que no es genuina, no efectiva, que no da los frutos esperados en el cristiano, sino que se mueven como con dificultad, camina más por otro tipo de motivaciones que no son parte de lo que el Señor quiere de nosotros, estas pueden venir a dar la sensación de seguridad y de estar en el camino correcto, aunque la fe genuina no se esté fortaleciendo. Esto puede hacer mucho daño y estancar vidas y hasta congregaciones enteras.
La fe no fingida (gr. anupókritos), genuina, sincera, sin hipocresía es la que está haciendo falta hoy día y se puede estar abandonando sin darnos cuenta porque nos preocupamos por muchas cosas que no son la esencia del evangelio, cayendo inclusive en un activismo religioso que nos puede dificultar mirar y valorar que tipo de vida interior tenemos. La fe no tiene ningún sustituto efectivo.
La fe hipócrita es como traer una vela apagada en la oscuridad y comenzar a hablar de todo lo que estamos viendo con esa supuesta luz, sabiendo todos los demás saben que no es cierto lo que decimos que miramos, sin embargo tratándose de lo espiritual no nos atreveríamos a decirle a otros que su fe no es genuina.

AVIVA EL FUEGO
Se está volviendo común que el fuego se apague, principalmente en los cristianos que tienen tiempo de caminar en en la fe, que no comienzan y que inclusive tienen compromiso como servidores en sus congregaciones. Se vuelve difícil mantener ese servicio y que éste sea resultado de un fuego encendido. Parece para algunos que las actividades y el servicio son equivalentes a tener el fuego encendido, y esto está lejos de la realidad, porque puede tenerse saturada la agenda de actividades en la iglesia y no estar encendida nuestra fe, sino que esté apagándose.
Te aconsejo -dice el apóstol Pablo- te hago recordar algo importante que se te pudo haber olvidado, esto se lo dice a Timoteo, esto nos lo dice porque se cae en esa dificultad y no es que no sepamos que nos podemos apagar hasta por el mucho trabajo como posiblemente fuera el caso de Timoteo. Muy poca gente se atreverá a decirnos que nos hemos enfriado y que necesitamos volver a encendernos, el apóstol Pablo como su autoridad cumplió con él, hoy quizá nos ofenderíamos si nos lo dice nuestra autoridad, pero queda nuestra propia conciencia y de cómo escuchamos la voz de Dios a través de la predicación y todos los demás medios que usa el Señor.
Volver a encender es avivar el fuego, esto se manifestará en usar el don de Dios en nosotros con todo, sin escatimar nada, haciendo lo que nos manda el Señor. Este don se refiere más al ministerio que le fue dado por el Señor a través de la imposición de manos u ordenamiento como ministro del Señor.

NO ES DE DIOS LA COBARDÍA
Dejar de estar apagado en la fe es un acto que se requiere de valentía y no de cobardía, timidez, o miedo para salir de ahí. Nos podemos acostumbrar a estar apagados y el Señor nos habla de que la cobardía que no deja iniciar la batalla no viene de él.
Para intentar reavivar el fuego se requiere un esfuerzo, y cuando miramos con detenimiento y conciencia cuales son las cosas que limitan para intentarlo, o qué es lo que nos hace no tener una buena mentalidad para enfrentarlo, nos damos cuenta que se necesita valentía y el espíritu de cobardía puede hacer fracasar todo intento.
La falta de fortaleza moral nos limita cuando no se tiene una vida espiritual genuina, pues volver a empezar algo requiere aceptar que en algo se ha fallado y debemos repararlo; este es el comienzo para volver a encender el fuego. Esto para quien es autosuficiente o arrogante en lo espiritual puede ser una barrera que no lo deje seguir adelante.

NOS HAN DADO PODER, AMOR Y DOMINIO PROPIO
Fuerza, poder y capacidad es lo que el Señor nos ha dado como espíritu para ayudarnos a volver a encender el fuego, porque no sabemos cuantas veces necesitaremos hacerlo en la vida. Se requiere entonces escuchar cuando el Señor nos habla para que no lleguemos a este punto de estar apagado, aquí tiene sentido el no dejar de congregarse.
Encender nuevamente el fuego implica el poder, fuego, la chispa que viene a ser como un milagro, y si bien es cierto que no es un secreto, no es algo que está oculto, reavivar el fuego es casi un milagro para muchos, pues cuánta gente terminan su vida apagados, porque no quisieron aprovechar los recursos de Dios.
El amor sirve para volver a encender y es parte de esa chispa, pues mantener la fe en alto y el ministerio requiere tener el amor activo y no apagado. El amor del Señor está ahí, no se ha perdido aunque alguien se sienta apagado, su manifestación debe ser parte de nuestro carácter y será lo que nos permita volver a comenzar, sentir y estar convencido que el Señor nos sigue amando aunque nuestra fe se haya disminuido, aunque el servicio a él no sea el mismo, nos sigue amando y por ese amor se puede volver a intentarlo.
De igual manera se requiere dominio propio, que es ese control que deberemos volver a tener. Este dominio es la fuerza de disciplina que necesitamos en lo espiritual, pues muchas cosas parecen que no tienen que ver con lo espiritual, pero la falta de disciplina puede destruir la fe, o por el contrario el tomar el control de los diferentes aspectos de nuestra vida pondrán las condiciones favorables a la fe. No se puede dejar de tener dominio tanto a los aspectos internos como a la reacción que tenemos ante los demás.

Si alguno se ha apagado puede analizar que es lo que está faltando para reavivar el fuego de la fe que hará exitoso el don de Dios en nosotros, si es por la falta de control o de amor tenemos el Espíritu Santo que nos ayudará fácilmente si no nos oponemos y dejamos que el temor se fortalezca, porque nunca se comparará a la bendición que se tiene con el fuego encendido de la fe.