miércoles, 25 de abril de 2012

La dispersión dentro del rebaño


Jua 10:11 Yo soy el buen pastor;(A) el buen pastor su vida da por las ovejas.
Jua 10:12  Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.
Jua 10:13  Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.
Jua 10:14  Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,
Jua 10:15  así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
Jua 10:16  También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.

Estamos viviendo un tiempo de una dispersión interna, es decir una dispersión que no es al estilo de diáspora de los judíos que estaban en persecución, ni de la dispersión que venía como un castigo, sino una dispersión dentro de la misma iglesia, dentro del mismo rebaño.

La dispersión está hoy vigente en la iglesia gentil donde se percibe un aislamiento por aspectos externos o internos, como el temor, o por el individualismo que nos es inculcado de maneras elegantes por la misma sociedad, por ejemplo el afán por ser competitivo, y aunque estemos cercanos a otros hermanos, existe tendencia a actuar aisladamente aun en las cosas de la fe. El cristiano quiere hoy resultados y respuestas de Dios sin intervención de nadie, ni del ministro, ni del líder ni de ningún hermano.

El problema del individualistas se refleja hasta para pedir, y no miramos las cosas comunes que si pueden resolver de manera general y nos darían bienestar a todos. Esto es real pues la sorpresa que nos llevamos cuando conocemos los problemas reales de las personas es similar y hasta repetidos muchos de ellos, y las soluciones están al alcance, pero como estamos empeñados en nuestro propio mundo de soluciones no los alcanzamos a ver lo que Dios tiene a través del ministro.

Si miramos las soluciones podríamos distinguir varios niveles de solución: a través de la predicación y enseñanza, soluciones a través de la oración, soluciones a través de la consejería, y soluciones generales. Esta última la menos frecuente que observemos hoy día.

El efecto rebaño. Es difícil hoy día hablar de los beneficios que se tiene el ser parte del rebaño del Señor, pues siempre estamos limitados a la crítica de aquellos que posiblemente están pensando que la libertad está en tener las características, opciones y decisiones individuales y no esperan que nadie les diga lo que deban hacer y mucho menos tener un efecto de bendición como congregación como rebaño. Existe preferencia en pertenecer a otros tipos de organizaciones que pertenecer al rebaño del Señor.

Desgraciadamente los resultados y temores que algunos tienen de lo que han observado y vivido les puede dejar fuera de la bendición como rebaño. Este efecto no lo alcanzamos a percibir y llegamos a creer que solo existe una bendición individual y no global. En la antigüedad era fácil darse cuenta que existía una bendición generalizada como nación, porque los problemas los atacaban a todos de manera general como en 2Cr_20:1-12, donde Josafat como pastor de Israel busca a Dios y les bendice a todos como rebaño, como nación.

Cuando está establecido el rebaño (más si es grande), se puede hacer un mal uso al sentir poder, más si se tiene un rebaño que reconoce y acepta, que recibe lo espiritual, pudiendo llegar a convertirse en una tentación de creer que se está autorizado para utilizar el rebaño como un medio para otros fines, del cual se aprovecharán aquellos que no piensan en bendecir o que son asalariados.

Cuando el Señor bendecía como rebaño terminaba en un avivamiento, y esto es algo colectivo y no individual, y aquí nos podemos preguntar que si estamos solo en lo individual y la iglesia está dispersa en el redil, ¿cuándo llegará el avivamiento? Parece que estamos lejos cuando existen rebaños dispersos que no entiende el juntos y unánimes.

El peligro de esta dispersión es que hoy se han formado grandes congregaciones con gente dispersa, siendo capaces de atraer todo lo disperso. La gente dispersa está sujeta y tiene la necesidad de ser atraída, porque se necesita la ayuda del Señor, sin embargo también es  vulnerable a ser engañada por los temores que se afianzan en la dispersión, por esto algunos ya no pueden buscar dirección y caer en un nivel de ser cazadas o lazadas a lo salvaje del marketing religioso. Debemos pedir dirección a Dios para que el disperso alcance seguridad pero también libertad para tomar decisiones y no simplemente suplir la necesidad de pertenecer, porque de esto dependerá su restauración.

El lobo y los daños. Primero hay que definir al lobo, y en 1Sa_17:34-36 David compara al león y al oso con el filisteo enemigo del rebaño de Israel. David siendo pastor entendía que era una labor igual a lo que hizo con el rebaño de su padre, es la situación Cristo como hijo del Padre que cuida las ovejas y que es el único que tiene la capacidad de quitarle de las pauses la oveja arrebatada.

El primer daño del lobo son las que arrebata o de la que se apodera –porque solo se lleva una a la vez- y es la oveja que se lleva el lobo que puede tener dos resultados una es que sea comida y la otra que sea rescatada. David las rescataba y esto es lo que sorprende de él porque lo aprendió del Señor. El lobo solo puede llevarse una no puede matarlas a todas, entonces ¿con quién lo hace? Con la más fácil, la débil, la enferma, la distraída, la que se queda.

El segundo daño entonces es la dispersión, porque mientras se vuelve a tener el efecto rebaño pasará algún tiempo, y si la falla fue de un asalariado entonces devolver la confianza tomará un tiempo más largo, esto dependerá si la dispersión es dentro del redil o fuera de él. Cuando se dispersa dentro será rápida su agregación, pero si está fuera queda a la deriva del depredador y los daños pueden encallarse, pues se ha sabido de hermanos que se encierran en el daño y no quieren volver a congregarse.

El que se asusta. Pueden existir dos asustados por la presencia del lobo: la oveja y el pastor asalariado. El que es asalariado huye porque tiene miedo y no se quiere exponer porque las ovejas no son de él, dice el Señor. Este efecto es porque no siente compromiso de nada, tirar la toalla no es porque el rebaño en muy pequeño y no vale la pena, sino más bien por el temor al lobo y solo le interesa la paga.

También por el otro lado existen ovejas que se asustan al ver que la cosa es seria, y que puede llegar a ser presa cuando se está débil, distraída, o cuando se es desobediente. El impacto sobre las demás ovejas es clave porque algunos se apercibirán pero otras se sentirán con temor que les pase lo mismo y esto precisamente las vuelve presa.

Daños de mayor plazo cuando se queda afectada la oveja y no se recupera y no se sana, termina aislándose y volviéndose individualista porque llega a creer que las cosas se resuelven de manera individual, y no con el cuido general del pastor.

El Señor conoce las ovejas y sus ovejas le conocen. Parece que el mutuo conocimiento en estos tiempos, por el mismo individualismo, no se da, pues existe un muro de "no te metas conmigo". Esto está afectando que mucho pueblo no esté siendo restaurado después de alguna dispersión.

La voz del pastor es clave para devolver la unidad y el efecto rebaño, no existe otro medio, porque los que reconocen volverán a congregarse, mientras que las que no, seguirán de seguidores a medias o de lejos, haciendo más estorbo que ayudando algunas veces. Esta es la realidad porque los que no se acercan con la voz del pastor no tendrán oportunidad de vida aunque estén en el redil.

Por otro lado la voz desconocida será también un dispersante, les dará temor, se sentirán amenazado, y llegará a tener un efecto similar al del lobo, por esta razón el mensaje que viene de Dios, y la doctrina se vuelven los que dan el timbre de voz al ministro. Dar el mensaje de Dios y la doctrina del Señor no es la voz propia del pastor terrenal sino la voz del Pastor de pastores, por esto no podemos tener voz propia.

Existen ovejas que no son de este redil y que habrá que atraerlas, debemos saber que tenemos esa labor con las dispersas y con las que todavía no conocen del Señor, y por lo tanto no debemos menguar porque el rebaño o la manada crecerá si damos a conocer la voz de Dios, para que las que escuchan se acostumbren a su voz y no permitan voces desconocidas.

La pregunta es válida: ¿pertenecemos al rebaño del Señor o estamos dispersos?