Jua 10:11 Yo soy el buen pastor;(A) el buen pastor su vida
da por las ovejas.
Jua 10:12 Mas el asalariado, y
que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y
deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.
Jua 10:13 Así que el asalariado
huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.
Jua 10:14 Yo soy el buen
pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,
Jua 10:15 así como el Padre me
conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
Jua 10:16 También tengo otras
ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y
habrá un rebaño, y un pastor.
Estamos viviendo un tiempo de una dispersión interna, es decir una dispersión que no es al estilo de diáspora de los judíos que estaban en persecución, ni de la dispersión que venía como un castigo, sino una dispersión dentro de la misma iglesia, dentro del mismo rebaño.
La dispersión está hoy vigente en la iglesia gentil donde se
percibe un aislamiento por aspectos externos o internos, como el temor, o por el
individualismo que nos es inculcado de maneras elegantes por la misma sociedad,
por ejemplo el afán por ser competitivo, y aunque estemos cercanos a otros
hermanos, existe tendencia a actuar aisladamente aun en las cosas de la fe. El
cristiano quiere hoy resultados y respuestas de Dios sin intervención de nadie,
ni del ministro, ni del líder ni de ningún hermano.
El problema del individualistas se refleja hasta para
pedir, y no miramos las cosas comunes que si pueden resolver de manera general
y nos darían bienestar a todos. Esto es real pues la sorpresa que nos llevamos
cuando conocemos los problemas reales de las personas es similar y hasta
repetidos muchos de ellos, y las soluciones están al alcance, pero como estamos
empeñados en nuestro propio mundo de soluciones no los alcanzamos a ver lo que
Dios tiene a través del ministro.
Si miramos las soluciones podríamos distinguir varios
niveles de solución: a través de la predicación y enseñanza, soluciones a
través de la oración, soluciones a través de la consejería, y soluciones generales.
Esta última la menos frecuente que observemos hoy día.
El efecto rebaño. Es
difícil hoy día hablar de los beneficios que se tiene el ser parte del rebaño
del Señor, pues siempre estamos limitados a la crítica de aquellos que
posiblemente están pensando que la libertad está en tener las características, opciones
y decisiones individuales y no esperan que nadie les diga lo que deban hacer y
mucho menos tener un efecto de bendición como congregación como rebaño. Existe
preferencia en pertenecer a otros tipos de organizaciones que pertenecer al
rebaño del Señor.
Desgraciadamente los resultados y temores que algunos
tienen de lo que han observado y vivido les puede dejar fuera de la bendición
como rebaño. Este efecto no lo alcanzamos a percibir y llegamos a creer que
solo existe una bendición individual y no global. En la antigüedad era fácil
darse cuenta que existía una bendición generalizada como nación, porque los
problemas los atacaban a todos de manera general como en 2Cr_20:1-12, donde
Josafat como pastor de Israel busca a Dios y les bendice a todos como rebaño,
como nación.
Cuando está establecido el rebaño (más si es grande), se
puede hacer un mal uso al sentir poder, más si se tiene un rebaño que reconoce
y acepta, que recibe lo espiritual, pudiendo llegar a convertirse en una
tentación de creer que se está autorizado para utilizar el rebaño como un medio
para otros fines, del cual se aprovecharán aquellos que no piensan en bendecir
o que son asalariados.
Cuando el Señor bendecía como rebaño terminaba en un avivamiento,
y esto es algo colectivo y no individual, y aquí nos podemos preguntar que si
estamos solo en lo individual y la iglesia está dispersa en el redil, ¿cuándo
llegará el avivamiento? Parece que estamos lejos cuando existen rebaños dispersos
que no entiende el juntos y unánimes.
El peligro de esta dispersión es que hoy se han formado
grandes congregaciones con gente dispersa, siendo capaces de atraer todo lo
disperso. La gente dispersa está sujeta y tiene la necesidad de ser atraída,
porque se necesita la ayuda del Señor, sin embargo también es vulnerable a ser engañada por los temores que
se afianzan en la dispersión, por esto algunos ya no pueden buscar dirección y
caer en un nivel de ser cazadas o lazadas a lo salvaje del marketing religioso.
Debemos pedir dirección a Dios para que el disperso alcance seguridad pero
también libertad para tomar decisiones y no simplemente suplir la necesidad de
pertenecer, porque de esto dependerá su restauración.
El lobo y los daños. Primero
hay que definir al lobo, y en 1Sa_17:34-36 David compara al león y al oso con
el filisteo enemigo del rebaño de Israel. David siendo pastor entendía que era
una labor igual a lo que hizo con el rebaño de su padre, es la situación Cristo
como hijo del Padre que cuida las ovejas y que es el único que tiene la
capacidad de quitarle de las pauses la oveja arrebatada.
El primer daño del lobo son las que arrebata o de la que
se apodera –porque solo se lleva una a la vez- y es la oveja que se lleva el
lobo que puede tener dos resultados una es que sea comida y la otra que sea
rescatada. David las rescataba y esto es lo que sorprende de él porque lo
aprendió del Señor. El lobo solo puede llevarse una no puede matarlas a todas, entonces
¿con quién lo hace? Con la más fácil, la débil, la enferma, la distraída, la
que se queda.
El segundo daño entonces es la dispersión, porque mientras
se vuelve a tener el efecto rebaño pasará algún tiempo, y si la falla fue de un
asalariado entonces devolver la confianza tomará un tiempo más largo, esto
dependerá si la dispersión es dentro del redil o fuera de él. Cuando se
dispersa dentro será rápida su agregación, pero si está fuera queda a la deriva
del depredador y los daños pueden encallarse, pues se ha sabido de hermanos que
se encierran en el daño y no quieren volver a congregarse.
El que se asusta.
Pueden existir dos asustados por la presencia del lobo: la oveja y el pastor
asalariado. El que es asalariado huye porque tiene miedo y no se quiere exponer
porque las ovejas no son de él, dice el Señor. Este efecto es porque no siente
compromiso de nada, tirar la toalla no es porque el rebaño en muy pequeño y no
vale la pena, sino más bien por el temor al lobo y solo le interesa la paga.
También por el otro lado existen ovejas que se asustan al
ver que la cosa es seria, y que puede llegar a ser presa cuando se está débil,
distraída, o cuando se es desobediente. El impacto sobre las demás ovejas es
clave porque algunos se apercibirán pero otras se sentirán con temor que les
pase lo mismo y esto precisamente las vuelve presa.
Daños de mayor plazo cuando se queda afectada la oveja y
no se recupera y no se sana, termina aislándose y volviéndose individualista
porque llega a creer que las cosas se resuelven de manera individual, y no con
el cuido general del pastor.
El Señor conoce las ovejas y sus ovejas le conocen. Parece que el mutuo conocimiento en estos tiempos, por el
mismo individualismo, no se da, pues existe un muro de "no te metas
conmigo". Esto está afectando que mucho pueblo no esté siendo restaurado
después de alguna dispersión.
La voz del pastor es clave para devolver la unidad y el
efecto rebaño, no existe otro medio, porque los que reconocen volverán a
congregarse, mientras que las que no, seguirán de seguidores a medias o de
lejos, haciendo más estorbo que ayudando algunas veces. Esta es la realidad
porque los que no se acercan con la voz del pastor no tendrán oportunidad de
vida aunque estén en el redil.
Por otro lado la voz desconocida será también un
dispersante, les dará temor, se sentirán amenazado, y llegará a tener un efecto
similar al del lobo, por esta razón el mensaje que viene de Dios, y la doctrina
se vuelven los que dan el timbre de voz al ministro. Dar el mensaje de Dios y
la doctrina del Señor no es la voz propia del pastor terrenal sino la voz del Pastor
de pastores, por esto no podemos tener voz propia.
Existen ovejas que no son de este redil y que habrá que
atraerlas, debemos saber que tenemos esa labor con las dispersas y con las que
todavía no conocen del Señor, y por lo tanto no debemos menguar porque el
rebaño o la manada crecerá si damos a conocer la voz de Dios, para que las que
escuchan se acostumbren a su voz y no permitan voces desconocidas.
La pregunta es válida: ¿pertenecemos al rebaño del Señor o
estamos dispersos?