Miqueas
7:1 ¡Ay
de mí! porque estoy como cuando han recogido los frutos del verano, como cuando
han rebuscado después de la vendimia, y no queda racimo para comer; mi alma
deseó los primeros frutos.
2 Faltó el
misericordioso de la tierra, y ninguno hay recto entre los hombres; todos
acechan por sangre; cada cual arma red a su hermano. 3 Para completar la maldad con sus manos, el
príncipe demanda, y el juez juzga por recompensa; y el grande habla el antojo
de su alma, y lo confirman.
4 El mejor de
ellos es como el espino; el más recto, como zarzal; el día de tu castigo viene,
el que anunciaron tus atalayas; ahora será su confusión.
5 No creáis
en amigo, ni confiéis en príncipe; de la que duerme a tu lado cuídate, no abras
tu boca. 6
Porque el hijo deshonra al padre, la hija se levanta contra la madre, la
nuera contra su suegra, y los enemigos del hombre son los de su casa.
7 Mas yo a
Jehová miraré, esperaré al Dios de mi salvación; el Dios mío me oirá.
8 Tú, enemiga
mía, no te alegres de mí, porque aunque caí, me levantaré; aunque more en
tinieblas, Jehová será mi luz. (RV60).
¿Cómo me siento? Decía Miqueas, y
quizá nadie podía entender lo que sentía, lo que había en su corazón. El
profeta le tocó vivir tiempos difíciles y lo que sus ojos miraban había
afectado su corazón. Lo normal es que el hombre nos fijemos en las cosas
externas: si tenemos salud, si tenemos trabajo, si estamos bien, pero eso
aunque parece importante no es lo que hace la diferencia en la vida de las
personas.
¿Cómo te
sientes por dentro? Esto no lo respondemos, porque parece una frase hecha que
normalmente no va acompañado de un sincero interés. Ay de mí, decía Miqueas, me
siento muy mal. Esta es una declaración de pobrecito yo, con lo que estoy
viviendo. Habrán cosas que causen tanto desgaste emocional y sicológico que nos
haga decir: pobre de mí. Hace una comparación de ese malestar al decir:
Me siento
como si estuviera en un campo donde ya han recogido todos los frutos. Nada lo
animaba, porque de seguro si estamos en un viñedo vamos a querer comer uvas,
pero busco y rebusco y no encuentro nada. La desolación no era física sino en
sus ánimos, cuando se ha hecho lo que teníamos que hacer y creemos que habrán
frutos y no los hay, solo nos quedamos con los deseos.
No queda
nada ni de uvas ni de higos frescos que tanto me gustan, esto es lo que también
nos hace pensar que han cambiado las cosas, cuando lo que nos gusta ya no está
a nuestro alance. Sentir la sensación que se adelantaron a llevarse lo bueno
que había. Una sensación de pérdida, de madrugón, de llegar tarde y nos hace
lamentar. Puede haber lamentos al pensar que pudimos hacer algo más o algo
diferente, pero el tiempo se pasó y no se puede hacer nada.
Crisis: no se encuentran a fieles y
honestos. Las crisis más de moda son la económica y política,
sin embargo el que se escaseen los frutos de fieles y honestos se ve como algo
sin importancia. Miqueas estaba diciendo que en su tierra, en su país, en
Israel, podríamos proyectarlo más: en la iglesia, no quedaban hombres fieles ni
personas honestas, esto es desolación, esto es no encontrar nada. Miqueas
decía: todos quieren agredir, dañar y aun planean el mal para cometer
homicidio, y unos a otros tratan de hacerse trampa, atraparse en redes.
Las
preocupaciones de estos era saciar su necesidad de completar maldad o cerrar el
ciclo de maldad, esto es tratar de perpetuarlo, volverlo un sistema que
funcione a su favor, y por eso dicen que trataban de alcanzarlo con sus métodos:
con sus manos el príncipe demanda o pide o exige dinero, el juez juzga pero por
recompensa o soborno, los líderes hacían las leyes a su conveniencia para que
otros las cumplieran y no ellos para que trabajen a su favor. El poderoso o
grande es atendido y se le concede lo que habla. Esta es la realidad en nuestra
sociedad que aunque algunos puedan decir que son cristianos de verdad están
siendo arrastrados por la corriente de una lluvia tempestuosa de maldad
manifestada en diferentes niveles y ámbitos y dependiendo de dónde se esté así
son las acciones que hacen.
El profeta
dice: Aunque pueda parecer que son buenas personas vienen a ser como espinos,
es decir que siempre te dañan, aunque los trates con cuidado. Los más rectos u honestos
son como zarzal, y esta planta no se puede enderezar por más que se le busque
lado, es decir que aunque tratemos agarrar lo mejor de ellos no tienen lado
correcto.
Miqueas
miraba el final de la sociedad que era destrucción, y que estos tenían ya su
día de castigo, y estos gobernaban con mal ejemplo, y habían fieles a Dios que
todavía eran rescatables, y también habían jóvenes que podían llegar a aspirar a
ser como ellos, y esto llevaba a Miqueas a establecer algunas recomendaciones
para no ser arrastrados por esta corriente de maldad.
Recomendaciones: evitar las malas
influencias y cubrir a los de casa. A veces necesitamos
recomendaciones para no llegar a la destrucción, aunque podamos creer que no es
para nosotros, pero esto es para hoy, es de actualidad. Pero qué pasa cuando ya
se ha descendido, cuando ya estamos involucrados, o cuando ya nos hemos
comprometido. Esto es más difícil porque están afectados nuestros sentidos
espirituales y lo que sucede es que no lo alcanzamos a ver con objetividad.
Los afuera. La
principal recomendación es aislarnos o limitarnos de malas influencias, por esto no debemos dejarnos llevar por amigos
que andan mal y que sabemos que no quiere nada con Dios porque si nos buscan y no
es con intenciones de pedir ayuda para cambiar, nos exponemos, porque traerá influencias
y tenemos que evitar que poner límites es esa amistad, puede doler pero es
necesario.
No confiar
en amigo, es decir uno que está a nuestro nivel, ni en príncipe (que tiene
poder), que nos pueda alejar del Señor, aunque parezca que tienen buenas sus
intenciones, si se discute nuestra fe estamos en peligro pues al contrario
debería ser para transmitírsela a través del ejemplo.
Los de adentro. La batalla
más grande es mantener el control adentro para que no seamos arrastrados como
aquellos. En el estado que se encontraba Miqueas es fácil abrir la boca y perder la fe, y principalmente con los
cercanos, por ejemplo cuando se habla con su esposa o cónyuge. Nosotros decimos
o nos dicen palabras de desaliento y cuenta más o impacta más cuando es con los
más cercanos, y si es la esposa lo más seguro es nos afecte a ambos. El lado
del cuido de no decir palabras de desaliento es importante, y debería ser
sustituido por lo contrario: palabras de aliento, de consuelo, de ánimo, de
esperanza.
El enemigo
y su sistema quiere llegar al punto de destruir la familia, por eso se está
viendo más común que el hijo deshonra al padre. Deshonrar es fallar, y esto fue desde el principio cuando Adán y
Eva defraudaron al Señor, al deshonrarlo se quitaron las vestiduras (tenían una
conciencia sana), y que el Señor les había dado, de la cual no se daban cuenta
que tenían hasta que quedaron desnudos. El Señor antes de darles el castigo a
ellos por su desobediencia fueron cubiertos de su desnudez, lo que significa
que no es lo mismo la corrección en el Señor, con vestidura, que sin ella. Con
vestidura es superable, mientras que sin cobertura está a merced del enemigo. La
capacidad para cubrir es hacerlo a pesar de haberles defraudado y deshonrado,
el Señor mira la necesidad, pero sigue adelante con su plan, esto es un ejemplo
para nosotros que cuando no perdonamos tampoco queremos cubrir.
Dios Padre
se entristeció de lo que había pasado porque eran sus hijos y porque los amaba
los cubrió, de igual manera tenemos que hacer con los nuestros. Como autoridad
en la casa puedes tener enemigos dentro cuando las cosas no están bien, y cuando
hay deshonra, existirán tres alternativas:
1. No querer
cubrir por los daños recibidos de la deshonra, que afectará a las partes
involucradas, y quien ha deshonrado tendrá excusa de seguir en su camino.
2. Que la
autoridad cubra y la parte que ha deshonrado no acepta la cobertura, lo cual
trae dolor y pérdida a todas las partes. Si Adán no hubiera aceptado la
cobertura del Señor, salir fuera del Edén hubiera sido mucho más difícil y sin
esperanza de restauración.
3. Cuando se
da cobertura y quien deshonró acepta la cobertura. Esto es una bendición porque
de alguna manera se acepta la autoridad, existe algún indicio de querer ser
restaurado y quien da la cobertura quedará satisfecho.
Para no sentirse desolado tenemos que
mirar a Dios y esperar. Miqueas da su respuesta a la desesperanza
que puede llegar en los siervos de Dios cuando no hay frutos: el Señor oirá
nuestra necesidad; el sentirse asolado, como alguien que rebusca y no haya nada
para comer y que dice pobre de mi, tiene una sola solución en esa situación.
El mirar a
Dios es la única forma de soportar toda deshonra (que se quitará solo cubriendo
y dejándose cubrir), toda dificultad tanto de afuera como de adentro, porque de
otra manera ¿cómo podríamos aguantar tal presión? El Señor nos oirá en nuestra
necesidad porque es por amor, porque queremos cumplir una de las funciones sacerdotal
más importante que existe: la de cubrir.